Desde nuestro primer campamento en el Gran Mar de Arena, organizamos varias batidas con el fin de buscar un tipo de tectitas propio del lugar (el Libyan Silica glass), pues acampamos precisamente en un área donde pueden hallarse ejemplares de este extraño material. El origen de este cristal, que tan fácil es de distinguir en la arena, se debe al impacto en superficie o evaporización en la troposfera de un cometa hace 28,5 millones de años. Ello debió incrementar la temperatura del suelo hasta unos 1400ºC, por lo que la arena se cristalizó originando estas curiosas piezas. En 2006 un investigador identificó el posible impacto en el cráter Kebira (entre Egipto y Libia), por medio de imágenes de satélite. No obstante, aún no se ha realizado ninguna exploración sobre el terreno que permita clarificar si su origen es o no volcánico.
Gerhard Rohlfs, en 1874, fue el primer occidental en atravesar el Gran Mar de Arena, si bien ello casi le cuesta la vida. Cruzarlo de E-O o viceversa supone remontar toda la serie de grandes dunas y, aún hoy, es una tarea difícil para los vehículos. Pensemos, entonces, en la aventura que suponía para esas caravanas de camellos empleadas por los exploradores. Aquí también debieron llegar los egipcios o sus intermediarios, pues la pieza central de un pectoral de Tutankhamon fue realizada, como se demostró en 1998, con Silica glass. En el holoceno (entre 8000-5000 a.C.), sin embargo, cuando esta zona era una savana, este material se usó también para hacer todo tipo de instrumentos líticos (hachas, raederas, buriles, etc.). En la arena, además, tuvimos la suerte de hallar fulguritas, otro tipo de vidrio de sílice, producto esta vez de la fusión de las arenas de cuarzo debido al impacto de un rayo.
Seguimos nuestro camino por el Gran Mar de Arena y nos topamos con un vehículo abandonado de la IIGM. No era el primero que nos encontrábamos. Esperamos que sus ocupantes no viajaran solos, pues de ser así habrían perecido todos irremediablemente. Al peligro de viajar por esta zona se añade el khamsin, un viento que puede alzanzar los 140 km/h, alzar 20ºC la temperatura, y cubrir de arena todo el ambiente imposibilitando la visión y enterrando cualquier obstáculo. Todos recordamos las palabras de Herodoto, que indica que un ejército del rey persa Cambises, en su trayecto hacia el oasis de Siwa, desapareció sepultado por una gran tormenta de arena.
Tomamos rumbo a Ain Dalla, un lugar en medio del desierto, al NNO del Oasis de Farafra, y cuya fuente da vida a un pequeño palmeral que, durante siglos, fue punto de parada para numerosos caravaneros. Tras visitar el lugar, ahora ocupado por un destacamento militar egipcio, nos desplazamos al wadi el-Ubayd, donde se halla una cueva del mismo nombre en la que quedan grabados con representaciones de animales salvajes y manos pintadas en negativo. Corresponden, una vez más, a la fase húmeda del holoceno. En esta zona montamos uno de nuestros últimos campamentos, con la sensación de que esta expedición ya estaba cercana a su fin.
Habiendo cumplido con nuestros objetivos, aprovechamos para introducirnos en el desierto Blanco (Sahara Beida), que cubre una superficie de 3000 km2. El color blanco que caracteriza la roca de este desierto, una forma de caliza compuesta por calcita, se debe a los microfósiles de placas de carbonato cálcico procedente de cocolitofóridos, un tipo de algas unicelulares. En el Sahara Beida pudimos fotografiar el zorro de Rüppell o zorro del desierto, del que todos los días, incluso en el Gran Mar de Arena (!), habíamos visto huellas o escuchado sus aullidos.
Pasamos también por el desierto Negro (Sahara Suda), cuya tonalidad negruzca se debe a las grandes cantidades de basalto, piritas y marcasitas que se encuentran en esta región. Queda claro que el desierto es mucho más que dunas de arena, pues a lo largo de nuestra expedición, hemos visto paisajes desérticos muy diversos. Rumbo a El Cairo, visitamos el Oasis de Bahariya, el más cercano a la capital de Egipto pero uno de los menos habitados y desarrollados. Al llegar a El Cairo, de vuelta a la civilización, tras tantas semanas, tardamos segundos en ponernos bajo una plácida ducha. El viaje había concluido, pero todos recordamos con emoción las experiencias vividas.
Aprovecho estas últimas líneas para dedicar este breve diario a todos los militares y policías egipcios que nos acompañaron, a nuestro cocinero y conductores, especialmente a los del coche nº 1, Mohammed y Amir y, como no, a todos los excelentes compañeros de expedición que tuve, gracias a los cuales el recuerdo del viaje será siempre inolvidable: Alicia, Camelia, Carmele, Emili, Ferrán, Fina, Francesc, Josep María, Montse, y Ramón.
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Apreciado profesor
!Qué agradable e ilustrativo escrito se ha fajado usted! Muchas gracias por el curso de egiptología en coursera y por compartir este material tan interesante.
Enrique Posada