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Futuro laboral optimista en la sociedad del conocimiento

Aunque todas las sociedades evolucionan sin cesar, en la nuestra los cambios se han acelerado como no podíamos imaginar hace sólo unas décadas. El más drástico es el que han traído las tecnologías de la información y la comunicación en los últimos 15 años. A pesar de que muchos se quejan de la transformación que las relaciones sociales han sufrido a causa de las mismas, prácticamente nadie se resiste al uso de las nuevas tecnologías simbolizadas en el móvil. Estas transformaciones, extraordinariamente positivas en muchos aspectos, asustan porque anticipan un futuro gobernado por las máquinas en el que el trabajo de muchas personas sería redundante y por ello inútil. Este miedo no es nuevo, se han vivido situaciones parecidas en el pasado: los dueños de caballos de postas se opusieron de forma agresiva al uso del automóvil, los fabricantes de velas al desarrollo de la electricidad, los braceros al empleo de tractores, las mecanógrafas al de ordenadores. De estas batallas pasadas podemos aprender dos lecciones: la primera que es muy difícil, si no imposible, enfrentarse a los inventos que han conquistado el favor del público; la segunda que aunque su implantación suponga la pérdida de un tipo de empleos, dará lugar a otros.

No obstante hay una gran diferencia con la situación actual, porque mientras que las tecnologías descritas más arriba requirieron más de una generación para implantarse, cambios de mucho mayor calado se realizan hoy en menos de diez años. Por ejemplo, Spotify, una empresa reciente, canaliza más del 20% de las transacciones en la industria musical y es responsable del 70% de los ingresos de los artistas; Netflix, otra empresa nueva, supone ya un volumen de negocio superior al de las televisiones por cable en Estados Unidos;  WhatsApp, empresa fundada en 2009 que tuvo una gran expansión en 2014 tras ser comprada por Facebook, hoy presta servicios a 1000 millones de personas. Con estos datos no es de extrañar que las diez empresas más cotizadas a escala mundial sean tecnológicas.

¿Cómo ha afectado la revolución tecnológica a la demanda de empleo? No ha supuesto la disminución que muchos temían, pero sí un cambio sustancial de perfil profesional: las empresas tecnológicas requieren personas con formación en ciencia, tecnología y economía, habilidades de comunicación idealmente en más de un idioma, capacidad de diálogo y creatividad a la hora de resolver problemas. Es evidente que la persona que reuniera todas esas características, la antítesis de la mano de obra de la construcción, sería tan rara como un unicornio. A pesar de lo que pudiera parecer, para satisfacer esta demanda el camino no es acumular títulos, sino adquirir conocimientos básicos en alguna de las áreas mencionadas más arriba, así como actitudes y capacidades para recibir la formación específica, proporcionada por las empresas, necesaria para desempeñar unas tareas que aún no se sabe en qué consistirán.

Por otro lado, dado que sus clientes son diversos, las empresas buscan la diversidad. Así es como las mujeres, la mayoría invisible que realiza más del 70% de las compras, comienzan a tener un protagonismo en las grandes empresas de base tecnológica como Google, IBM, Telefónica o Siemens, que buscan plantillas donde haya un equilibrio entre hombres y mujeres no solo a nivel general, sino a nivel de directivas. Por ello en España muchas de estas grandes empresas están lideradas por mujeres, como recogió un artículo publicado en el País Semanal el verano pasado.1 Frente a la demanda de mujeres con formación en STEM (Science, Technology, Engineering, Mathematics) estas empresas se están encontrando con un gran escollo: la escasez de mujeres formadas en STEM es dramática; en España las aulas de ingenierías, y especialmente de ingeniería informática, se han vaciado de alumnas en los últimos veinte años, siendo hoy en España el porcentaje de alumnas en las mismas del 11%.2 Es un problema complejo que no solo afecta a las mujeres, sino a la sociedad en su conjunto que no puede permitirse el lujo de desperdiciar la mitad del talento, por lo que todos, hombres y mujeres, debemos trabajar para encontrar la mejor solución.

Estamos viviendo una revolución tecnológica sin precedentes que afecta de manera especial a los más jóvenes que han de desarrollar su carrera profesional en una sociedad en constante transformación. En ella, los enseñantes tenemos que preparar a nuestros alumnos para que afronten estos cambios de la mejor forma posible, además de incidir en la educación de las niñas y jóvenes para convencerlas de que la ciencia y la tecnología también pueden ser cosa suya. Pero tenemos una responsabilidad aún mayor: hemos de arrinconar actitudes derrotistas y fantasmas como el del fracaso y el paro, y transmitirles la confianza de que en la nueva sociedad ellas y ellos han de tener un papel protagonista porque de su trabajo dependerá que el futuro sea mejor para todos.

1.http://elpaissemanal.elpais.com/documentos/mujeres-revolucion-tecnologica/?rel=mas

2.https://m.xataka.com/otros/tres-decadas-vaciando-las-clases-de-informatica-de-mujeres.


Adela Muñoz Páez
Catedràtica de Química Inorgànica
Universidad de Sevilla


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