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Nuevas perspectivas para el Síndrome de la Fatiga Crónica

Fatiga. Gráfico: JM Álvarez / Metagràfic

DANIEL CLOSA – Se desvanecen algunas esperanzas en el tema del síndrome de la fatiga crónica, pero al mismo tiempo surgen otras nuevas. Este síndrome está asociado, como su nombre indica, con una sensación de cansancio que no se recupera al descansar. El cansancio no es simplemente físico. También es un estado de agotamiento mental que solo hace que empeorar. Cualquier actividad resulta extenuante y con frecuencia se asocia con dolor en las extremidades, insomnio, deterioro de la memoria y un conjunto de síntomas que hacen la vida realmente difícil. Una situación muy difícil y complicada, además, por el hecho de que no existe un método diagnóstico fiable ni ningún tratamiento que funcione.

El año 2009 parecía haberse encontrado el agente causante cuando se identificó un virus llamado XMRV en sangre de más de la mitad de los pacientes y que estaba ausente en las personas sanas. Pero la idea se empezó a desinflar cuando otros laboratorios no pudieron encontrar dicho virus en las muestras de sus pacientes. Los tratamientos con antirretrovirales tampoco parecían funcionar y ahora se cree que todo fue una contaminación en los estudios que hicieron en aquel laboratorio.

Pero los caminos de la ciencia están llenos de giros inesperados. Hace unos años, unos médicos noruegos estaban ensayando un nuevo tratamiento para el linfoma de Hodgking. El tratamiento consistía en administrar Rituximab, un anticuerpo que ataca una proteína de los linfocitos B. El caso es que tres pacientes del grupo de estudio también sufrían el síndrome de la fatiga crónica y experimentaron una inesperada mejora en los síntomas de esta afección. Una mejora que parece que fue muy notable, hasta el punto de volver a hacer vida normal, aunque solo fue temporal y a la larga los síntomas volvieron.

Con todo, valía la pena profundizar en lo que había pasado y diseñaron otro estudio, enfocado solo a mirar si existía una relación entre los linfocitos B y la fatiga crónica. Si esta relación existiera, se reforzaría mucho la hipótesis de un origen autoinmune de la enfermedad.

Eligieron 30 pacientes de fatiga crónica y los dividieron en dos grupos de 15. Uno tratado con el Rituximab y el otro tratado con un placebo, y en 9 de los 15 pacientes tratados con el fármaco la mejora fue significativa. En cambio, solo uno de los tratados con placebo experimentó una mejora. De nuevo, los efectos del tratamiento fueron temporales y pasados unos meses, cuando la población de linfocitos B se recupera, la enfermedad reapareció.

La noticia vuelve a ponernos sobre una pista sólida que ahora apunta a una enfermedad autoinmune. Quizá, de resultas de una infección aparentemente sin importancia, el cuerpo empieza a fabricar anticuerpos que también atacan algún elemento del sistema nervioso y que causa el síndrome. No podemos ir por la vida sin los linfocitos B, pero si identificamos con qué parte del sistema nervioso se están peleando esos linfocitos B, daremos un paso de gigante a la hora de encontrar el tratamiento específico para la enfermedad.

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