PEDRO ADAÑO – Sheldon L. Glashow ha sido protagonista de algunos de los hallazgos históricos sobre los que se apoya la física actual. En los sesenta, fue uno de los primeros en intuir la existencia del quark “charm”. En 1979, recibió el premio Nobel de Física por la unificación de las fuerzas electromagnética y la débil en una sola, la fuerza electrodébil. Martillo de los seguidores de la Teoría de Cuerdas, a sus 79 años este profesor emérito de la Universidad de Boston asiste con interés al debate suscitado por el experimento OPERA (Oscillation Project with Emulsion-tRacking Apparatus). Sus primeros resultados, el pasado septiembre, sorprendieron a los expertos al sugerir que los neutrinos, esas partículas casi sin masa que apenas interactúan con la materia, pueden viajar más rápido que la luz.
Esta conclusión resulta un anatema para la mayor parte de los físicos teóricos. Glashow entre ellos. No obstante, muestra su “respeto a los investigadores del experimento OPERA”, en Gran Sasso, Italia, aunque considera que “posiblemente no sea correcto, a menos que abandonemos una grandísima parte de lo que damos por seguro. [Y eso] sería un sacrificio enorme, tan enorme que ya he dicho, y lo hago oficial, que si este resultado resulta ser cierto, si se confirma, le diré a la naturaleza: ¡madre, me rindo! Y me retiraré de la física”.
Antes de tomar una decisión tan drástica, Glashow prefiere descartar varias posibilidades de error en el experimento. La primera, y fundamental, es la medición de los tiempos. Los neutrinos llegaron 60 nanosegundos antes que los fotones. Es una medida de tiempo tan pequeña (nueve mil millonésimas de segundo), que es probable que el error esté ahí.
Además, técnicamente se puede precisar bien el tiempo en el que los neutrinos llegan al CERN, pero no es tan fácil medir cuándo han salido desde Gran Sasso. La manera de aminorar el error es emitir haces de neutrinos más separados, aunque eso obliga a que los haces sean de menor intensidad y que se detecten peor en la línea de llegada, el CERN. En estas condiciones se repitió el experimento el pasado mes de diciembre. Solo veinte neutrinos llegaron de Gran Sasso al CERN. Pero, de nuevo, ¡llegaron antes que lo habrían hecho los fotones!
Tampoco es descartable un error en la medición de la distancia real que existe entre ambos laboratorios, de unos 730 kilómetros. “La medición de la velocidad, que es la distancia dividida por el tiempo, para ser muy precisa, necesita un error menor a un par de metros”, apunta este investigador, que ha servido de inspiración a los guionistas de la serie Big Bang Theory para crear a su casi tocayo Sheldon Cooper (con una contribución del también premio Nobel de Física Leon N. Cooper).
Además, el experimento contradice otras mediciones anteriores. Como la de la Supernova 1987A. Aquel año se estrenó con un espectáculo infrecuente para los astrónomos: la explosión en la nebulosa de la Tarántula de una supernova, la más cercana a la Tierra desde la invención del telescopio. Aquel acontecimiento sirvió para comprobar que los neutrinos de la nebulosa llegaban a la Tierra casi a la vez que los fotones. Casi, pero no al tiempo. Ni, desde luego, antes que la luz.
¿Se contradicen del todo los resultados de 1987A los de OPERA? “En apariencia sí -puntualiza Glashow-, salvo por un hecho: los neutrinos de la supernova tenían una energía relativamente baja en comparación a los de Gran Sasso, miles de veces mayor. Es perfectamente verosímil imaginar que los neutrinos con alta energía viajen más rápido que la luz, y que no lo hagan los de una energía relativamente menor”. Descarta por completo otra posibilidad, como, por ejemplo, que los neutrinos cambien su energía en sus viajes espaciales. “No. La energía se conserva siempre, como ya afirmaban Curie y Bohr”.
La respuesta definitiva, corrobore o descarte los resultados, puede que no llegue antes de 2014, cuando la aporten los investigadores de otro experimento, MINOS, en Estados Unidos, y de otra experiencia en Japón. Para Glashow, “por supuesto, la última palabra la tiene la naturaleza. Es perfectamente posible que los resultados de OPERA sean correctos y que sepamos mucho menos de lo que creíamos saber. De algún modo, eso serán buenas noticias para una nueva generación, que tendrá que sustituir lo que sabemos con algo diferente”.
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