Pedro C. – Es de noche y se escapa de la colmena sin rumbo impulsada por un instinto desconocido. Vuela perdida hacia ninguna parte como si estuviera poseída. Encuentra una luz y empieza a darle vueltas sin sentido hasta que muere.
Por la mañana pasa un entomólogo de la Universidad de San Francisco State y la recoge. Cada mañana aparecen decenas de abejas muertas bajo los focos de la facultad de biología. Son buena comida para las mantis religiosas que tiene en su laboratorio.
Pero algo imprevisto ocurrió: “las dejé dentro de un vial en mi escritorio y me olvidé de ellas. Entonces cuando fui a buscarlas tras una semana vi todas esas larvas de mosca rodeando las abejas”, explica el profesor John Hafernik.
El abdomen de las abejas estaba abierto y de los cadáveres estaban saliendo larvas parásitas. ¿Habría alguna relación entre ellas y el hecho de que las abejas se concentraran alrededor de los focos de luz? Eso es lo que confirmó el profesor Haferick con su artículo publicado el pasado enero de 2012 en la revista PLOS ONE: cuando una mosca parásita infecta a una abeja, manipula su comportamiento para alejarla de la colmena como un zombie y que sus larvas nazcan en un entorno propicio para su supervivencia. No es algo tan extraño en la naturaleza.
Parásitos que modifican el comportamiento de sus huéspedes
Parece ciencia ficción, pero hay hormigas que al ser infectadas suben a lo más alto de la hierba para facilitar que las vacas se las coman. Un crustáceo que se acerca a la orilla de los ríos para dejarse comer por los patos si está poseído por un parásito que sólo se reproduce en el cuerpo de aves. Y hongos que cuando infectan insectos les hacen subir a lo alto de los árboles para que al explotar sus esporas se esparzan mejor. El objetivo siempre es el mismo: facilitar que el parásito pueda cumplir su complejo ciclo de vida.
Quizás el ejemplo más peculiar es el del toxoplasma; un parásito unicelular que se reproduce sólo en el cuerpo de los gatos. Los gatos expulsan sus larvas por las heces, y de alguna manera deben encontrar un cuerpo donde crecer hasta la etapa adulta, y luego ver la manera de regresar a otro gato para empezar un nuevo ciclo. Los ratones representan su mejor opción. Son fáciles de infectar porque frecuentan los ambientes sucios, constituyen parte de la dieta de los gatos.
Los parásitos son seres muy peculiares. Suelen reproducirse en el cuerpo de un organismo, pero crecer en otro. Y han diseñado un sinfín de estrategias para ir pasando de un cuerpo a otro.
En un experimento ya clásico, Manuel Berdoy de Oxford puso ratones infectados y no infectados en un laberinto donde en ciertos rincones había orín de gato, y observó que los ratones no infectados evitaban pasar por la zona mientras que los infectados se movían con indiferencia. Demostró que el toxoplasma hacía que los ratones perdieran el miedo a los gatos.
Abejas a la deriva
El estudio con abejas del profesor John Hafernik ha tenido mucha repercusión como posible factor importante en el dramático declive de las poblaciones de abejas en EEUU. Los investigadores están realizando estudios en otras áreas para confirmar el alcance de esta infección.
Tanto como el aspecto ecológico, investigar cómo a nivel fisiológico el parásito modifica el comportamiento de las abejas infectadas es el gran misterio que los científicos desean responder.
- Referencia: Core A., Runckel C., Ivers J., Quock C., Siapno T., et al. 2012 A New Threat to Honey Bees, the Parasitic Phorid Fly Apocephalus borealis. PLoS ONE 7(1): e29639. doi:10.1371/journal.pone.0029639
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