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Astrónomos con reflejos

“Por encima de la vida, por encima de la felicidad, hay algo azul e incandescente, un gran cielo inmutable y sutil cuyas radiaciones, que llegan hasta nosotros, bastan para animar mundos. El resplandor del genio no es más que el pálido reflejo de este Verbo oculto.”

(Flaubert, “Cartas a Louise Colet”, 29 de noviembre de 1853)

ALBERTO FERNÁNDEZ SOTO* – Los cielos siguen siendo azules e incandescentes, pero ahora sabemos que son menos inmutables de lo que pensaban los poetas de antaño. Hoy conocemos objetos que rompen la invariabilidad del cosmos, aparecen y desaparecen en el plazo de pocos días, o se mueven por el cielo sin respetar la supuesta invariabilidad de las esferas.

Algunos se conocen desde la antigüedad clásica, como los planetas en su continuo devenir, o los cometas, que han perdido su halo de mal agüero solamente en el último siglo. Otros aún, las supernovas, siguen manteniendo parte de sus misterios a pesar de haber sido ya observadas y estudiadas durante casi dos mil años. Finalmente, existen objetos más extraños, como las explosiones de rayos gamma, pruebas nucleares cósmicas de increíble fiereza, cuya naturaleza sigue siendo objeto de debate.

Hoy nos concentraremos en las supernovas, el último estertor de una estrella masiva al final de su vida.

La existencia de una estrella viene controlada por los sucesivos equilibrios entre su propio peso, que intenta aplastarla, y la fuerza de su motor nuclear, que amenaza con destruirla desde el interior. En ocasiones, al final este frágil equilibrio se rompe y la estrella explota… es un espectáculo increíble, en el que se genera en pocos segundos más energía que en los millones de años anteriores.

La primera supernova de la que tenemos noticia histórica fue observada por astrónomos chinos en el año 185. Tycho Brahe y Kepler observaron dos de las más recientes en 1572 y 1604. Ambas ocurrieron en nuestra propia Galaxia y alcanzaron brillos tan altos como los de Marte o Venus, lo que evidentemente puso en alerta a los mejores astrónomos de la época. Hoy en día podemos observar los rescoldos de todas ellas y analizar el movimiento de sus restos en capas esféricas que avanzan a velocidades de miles de kilómetros por segundo, aún después de cientos de años.

Imágen de los remanentes de las supernova Kepler obtenida combinando datos de luz visible, infrarroja y rayos X. (Créditos: NASA/ESA/JHU/R.Sankrit & W.Blair)

 

Sería ideal poder completar este tipo de observaciones con el estudio de las fases más tempranas posibles de alguna supernova, pero por suerte o por desgracia para nosotros, ninguna supernova ha sido detectada en nuestra Galaxia desde 1604. Aun así, gracias a la actividad de muchos pequeños telescopios (gran parte de ellos en manos de astrónomos aficionados), se detectan cientos de nuevas supernovas en otras galaxias cada año.

Remanentes de Tycho (SN1572). Créditos: NASA/MPIA/Calar Alto Observatory, Oliver Krause et al.

 

En condiciones perfectas uno querría observar en detalle la explosión de una de ellas con un telescopio de altísima precisión, lo más rápido posible. Un grupo de radioastrónomos liderado por el valenciano Iván Martí Vidal ha conseguido precisamente esto. El Grupo de Radioastronomía de la Universitat de València tiene una gran experiencia en observaciones de supernovas en ondas de radio, que permiten obtener imágenes con el máximo detalle posible (hasta cien veces más detalladas que las mejores imágenes del Telescopio Espacial Hubble). Así, en los primeros quince días de vida de la supernova SN2011dh, detectada el día 1 de junio de 2011 en la cercana galaxia M51, mientras para los telescopios ópticos la explosión era aún un borroso punto de luz, los radioastrónomos pudieron detectar la primera imagen de la supernova, que será utilizada a lo largo de los próximos meses y años para calibrar la velocidad de su expansión.

Imagen de la galaxia del Remolino (M51) donde ha sido detectada la supernova SN2011dh, y ampliación por un factor 50,000 de la imagen de la supernova. Crédito: Universitat de València

 

No es nada fácil observar una supernova en radio por problemas tanto técnicos (es necesario ser extremadamente ágil para programar las observaciones en un plazo muy corto) como prácticos (sólo algunas supernovas emiten en radio, aquéllas que residen en un medio ambiente relativamente denso). Para poder realizar esta complicada observación se utilizaron simultáneamente radiotelescopios en Alemania, Reino Unido, Suecia, Finlandia y España (estos últimos situados en Yebes y Robledo de Chavela).

Como predijo Flaubert, la radiación del cielo azul e incandescente ha animado mundos, o al menos países… y el resplandor del genio, una vez más, refleja lo oculto.

* Instituto de Física de Cantabria

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