Escribo estas líneas a finales de 2017, metido de lleno en los preparativos de un ilusionante viaje a la Antártida, que seguramente marcará un antes y un después en mi trayectoria profesional como divulgador científico. La oportunidad me la brindó el verano pasado el Comité Polar Español (CPE), y como tantas cosas que pasan en la vida, no fue algo que buscara deliberadamente. Se me presentó la oportunidad y estuve en el momento justo en el lugar adecuado.
España, como país firmante del Tratado Antártico y miembro consultivo, inició su actividad científica en la Antártida en 1986, y desde entonces nuestro país ha desarrollado de forma ininterrumpida campañas con personal científico, técnico y militar, todos los años durante los veranos australes (inviernos en el Hemisferio Norte). La actual es la XXXI Campaña Antártica Española, y se prolongará desde la apertura de las bases, a primeros de año, hasta finales de marzo, en que las dos bases volverán a cerrarse hasta la siguiente campaña.
España dispone de dos bases y un campamento para dar apoyo a nuestros científicos polares. Ambas se encuentran en el archipiélago de las Shetland del Sur, próximo al extremo norte de la Península Antártica. En la isla Livingston se encuentra el principal campo de operaciones. Allí, en la Bahía Sur, se localiza la Base Antártica Española (BAE) Juan Carlos I, que justamente esta campaña inaugura nuevos módulos y duplica su capacidad, lo que va a permitir a partir de 2018 que puedan recalar allí un mayor número de científicos que en anteriores campañas. La BAE Juan Carlos I está gestionada por el CSIC, a través de la UTM (Unidad de Tecnología Marina). En el extremo occidental de la isla Livingston se localiza la Península Byers, una zona de especial protección, donde también llevan bastantes años haciendo trabajo de campo algunos de nuestros científicos, y donde hay instalado un campamento remoto.
La segunda base española es militar y está gestionada por el Ejército de Tierra, que cada campaña destina allí un contingente muy bien formado y especializado, que se encarga de mantener operativa la base, dar apoyo a los científicos que recalan en ella, aparte de llevar a cabo numerosas actividades. La base en cuestión es la BAE Gabriel de Castilla y se localiza en isla Decepción, a unas 45 millas al sur de isla Livingston, en el estrecho de Bransfield. Se trata de un enclave muy interesante desde el punto de vista sismológico, ya que la isla es la parte superior del cráter de un volcán activo sumergido. En Decepción también hay pingüineras, estudiadas desde hace años por los biólogos marinos.
En la presente campaña participaremos un total de 230 personas, de los que 122 serán científicos adscritos a alguno de los 16 proyectos financiados por la Agencia Estatal de Investigación. El cambio climático es uno de los temas estrella, que abordarán en mayor o menor medida la mayoría de nuestros investigadores. La Antártida es un laboratorio natural menos expuesto que otras zonas del planeta a los impactos directos del calentamiento global o de la contaminación global, pero cuya sensibilidad a los cambios que se están produciendo en el sistema climático hace de ese territorio remoto uno de los mejores lugares para monitorizar el cambio climático, de ahí el interés de los científicos de uy distintas disciplinas por abordar este asunto.
A lo largo de 2018, aquí en CONEC os contaré de primera mano muchos detalles sobre algunos de esos interesantes proyectos de investigación que se llevarán a cabo en la Antártida. Tendré el privilegio de acompañar a varios de los científicos en su trabajo de campo, lo que dará un valor añadido a la crónica que pueda haceros sobre dicha actividad.
También os narraré mi particular aventura antártica, que iniciaré el próximo 18 de febrero. Esa es la fecha en la que tengo previsto embarcar en el BIO Hespérides de la Armada Española, en Punta Arenas (Chile). Desde allí pondré rumbo al sur hasta la Isla Livingston y la BAE Juan Carlos I, que será mi campamento base durante mi estancia en la Antártida. El Hespérides es la pieza maestra de las campañas antárticas, ya que la compleja logística llevada a cabo no sería posible sin él. En el Hespérides cruzaré por dos veces el agitado mar de Hoces, más conocido como Paso de Drake, gracias al empeño que pusieron los ingleses por eliminar las referencias al marino español Francisco de Hoces, que el siglo XVI fue el primer navegante europeo que se adentró por aquel peligroso paso marítimo. Todos los veteranos antárticos con los que he hablado estos últimos meses, coinciden en señalar en lo movida que suele ser esa travesía entre el extremo sur del continente americano y el territorio antártico. Uno ya va mentalizado con que se pillará unos buenos mareos, pero mantiene la ilusión de vivir la experiencia de navegar en el Hespérides.
Viajar a la Antártida como divulgador científico es un sueño que pronto haré realidad. Mi compromiso con el CPE es dar difusión a las actividades que se llevarán a cabo durante la XXXI Campaña Antártica Española, y, en general, conseguir que la gente conozca un poco mejor lo que hace España en la Antártida y la importancia que tienen las investigaciones que llevan a cabo allí nuestros científicos. Para ello, tuve claro desde el primer momento que había que ganar visibilidad en redes sociales, en particular en Twitter. Si eres usuario de esa red social, busca los tweets que lleven ligado el hashtag #SomosAntártida, cuyo uso he promovido entre todos los agentes implicados en la presente campaña. También he dado de alta un blog antártico con ese nombre en la página web de El País, que te invito a visitar.
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