El último trabajo del físico Esteban Moro nos muestra cómo las redes sociales son capaces de localizar desde el brote de una epidemia al paradero de una persona. Junto a su equipo de investigación en sistemas complejos de la universidad Carlos III de Madrid, estudian cómo estas redes de relaciones personales pueden convertirse en herramientas para la gestión de emergencias y situaciones críticas.
En Facebook y Twitter, millones de usuarios intercambian diariamente textos, sonido, imágenes y vídeos. Su contenido abriga desde banalidades estrictamente personales a mensajes que pueden convertirse en las semillas de una revolución social. Las redes sociales se están convirtiendo en una alternativa al dominio casi exclusivo de los medios tradicionales de información. La televisión, la radio y la prensa escrita, intoxicadas de información manipulada, o sesgada en el mejor de los casos, se tambalean por primera vez ante un nuevo medio donde los propios ciudadanos son agentes activos en la producción y distribución de la información. Las redes sociales han demostrado ya su capacidad para promover, de forma rápida y a coste prácticamente cero, iniciativas de amplio alcance ciudadano. Son un nuevo boca a boca, que de forma exponencial pueden llegar a cubrir una parte muy representativa de todo el tejido social de un país, incluso del mundo entero.
Las redes sociales están mostrando también día a día cómo gestionar emergencias y situaciones críticas. Por ejemplo, todos recordamos el programa televisivo “¿Quién sabe dónde?” dirigido por Paco Lobatón. Su propuesta era usar la capacidad de la televisión como medio de comunicación de masas para encontrar a una persona desaparecida. Semejante estrategia se desarrolla diariamente a título personal y gratuito en las redes sociales, haciendo circular la foto e información del desaparecido. O pensemos en el reciente seguimiento informativo del atentado con bombas en la maratón de Boston, donde la información, fotos y vídeos sobre el suceso aparecieron antes en Twitter que en los medios tradicionales.
Los científicos han desvelado que la estructura de las redes sociales es muy heterogénea. Los agentes (el nombre técnico que se les da a los individuos que forman una red social) muestran niveles de actividad muy dispares. Por ejemplo, mientras algunos participan de manera persistente, otros lo hacen de manera discontinua con fuerte picos de actividad. Hay agentes que promueven y difunden muy activamente información e iniciativas sociales. Pero obviamente sus intereses suelen estar focalizados temáticamente. Sin duda, las redes sociales son excelentes vías para la difusión de información, pero su enorme tamaño, la heterogeneidad de intereses de sus agentes y la cantidad brutal de información variopinta que circula por ellas, sesga la difusión de una información concreta. Por eso algunos científicos se plantean si este ‘sesgo de selección’ (selection bias, en inglés) podría ser el talón de Aquiles de las redes sociales.
Simular redes sociales
El profesor Esteban Moro, del departamento de Matemáticas de la universidad Carlos III de Madrid, aplica los métodos matemáticos y de computación propios de la física de sistemas complejos al estudio de los procesos de difusión de información en redes estructuradas. Es un reconocido experto a nivel mundial y los resultados de sus investigaciones se aplican, por ejemplo, en marketing viral, área en la que presta servicios de consultoría científica. Para arrojar luz sobre las cuestiones que estamos discutiendo, el pasado 1 de abril publicó “Limits of social mobilization”en la prestigiosa revista Proceedings of the National Academy of Sciences of the USA, en colaboración con científicos de varias universidades, entre las que se incluyen el Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT).
En el trabajo, Moro y colaboradores intentan responder con hechos objetivos a las disquisiciones antes planteadas, estudiando en casos ‘sencillos’ y controlados cómo y cómo de rápido se propaga por las redes sociales una iniciativa. Para contrastar sus modelos teóricos, emplearon los resultados recabados en el proyecto Network Challenge, un experimento tipo ‘encuentren entre todos la aguja en el pajar’ promovido por una agencia del Departamento de Defensa de Estados Unidos. En Network Challenge se dispersaban un total de diez balones meteorológicos por toda la geografía estadounidense y se estudiaba la rapidez con la cual los agentes de una red social podrían, colaborativamente, localizarlos. Los resultados del experimento fueron espectaculares: el equipo ganador, un grupo del MIT, encontró todos los balones en 9 horas, y el tiempo promedio de éxito de todos los equipos participantes fue de tan sólo dos días.
Con la intención de conocer qué factores contribuyeron al éxito del proyecto Network Challenge, Moro y colaboradores desarrollaron un programa informático que simulaba la actividad de los agentes de una red social. Examinaron así la dinámica de la movilización social en el contexto del Network Challenge, en función de varios parámetros de importancia, tales como el tiempo de respuesta, los procesos de ramificación y contagio, el reclutamiento activo y pasivo de agentes o la localización geográfica concreta de los balones meteorológicos. El modelo por ordenador logró predecir correctamente el resultado experimental más notorio: el tiempo medio de éxito de dos días. Pero, aunque el tiempo de éxito promedio de las simulaciones es muy bajo (propagación viral), los resultados indican que la distribución de probabilidad de dicho éxito tiene cola larga. Es decir, la varianza de la distribución de tiempos es grande, haciendo altamente impredecible la respuesta de las redes. Un hándicap de cara a situaciones críticas en las que el tiempo sea clave.
Muchos pensaron que el éxito mostrado por Network Challenge hubiera sido imposible sin el apoyo de los medios de comunicación masivos tradicionales. Sin embargo, en contra de esa intuición, las simulaciones de Moro y colaboradores, predicen que los mismos resultados se hubieran obtenido sin la cobertura de medios masivos externos a la red. En el estudio los autores también muestran cómo los tiempos de respuesta de los agentes tienen un peso extraordinario. Hasta el extremo de que tiempos de respuesta excesivamente largos de algunos agentes pueden llegar a truncar el proceso global de propagación. En particular, la actividad y tiempos de respuesta de unos pocos hubs, agentes altamente conectados en la red social, tienen un efecto crucial en la dinámica global de toda la red. Es por eso, que Moro comenta a CONEC que:
“La pregunta más relevante en un futuro es entender cómo podemos monitorizar mejor las redes sociales. ¿Se pueden definir estrategias de selección de individuos, enlaces o grupos que nos digan -o predigan- lo que está sucediendo en la red social?”.
Es decir, usar a algunos agentes, a algunos de nuestros amigos al fin y al cabo, como sensores del estado del mundo.
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Referencias:
- A. Rutherford, M. Cebrián, S. Dsouza, E. Moro, A. Pentland, I. Rahwan, Limits of social mobilization, Proceedings of the National Academy of the USA (2013)
Para leer más sobre sistemas complejos y marketing viral
- J. L. Iribarren and E. Moro, Impact of Human Activity Patterns on the Dynamics of Information Diffusion, Physical Review Letters 103, 038702 (2009)
- P. A. Grabowicz, J. J. Ramasco, E. Moro, J. P. Pujol and V. M. Eguiluz, Social Features of Online Networks: The Strength of Intermediary Ties in Online Social Media, PLoS ONE 7(1): e29358 (2012)
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