Como Blancanieves, Hedwig Kiesler hizo a sus padres muy felices cuando nació en Viena en 1914. Su padre, un apuesto y culto banquero, estimuló sus extraordinarias sus dotes intelectuales y su madre, una pianista judía, la enseño a tocar el piano cuando era niña. Pero el destino lanzó una maldición sobre la recién nacida de cutis tan blanco como la nieve: se sentiría tan fascinada por el cine que lo abandonaría todo para ser actriz.
Esa maldición hizo que Hedwig dejara el colegio con sólo quince años para ir a Berlín a rodar a las órdenes del director austríaco Max Reinhart, que la bautizó como la chica más hermosa del mundo. Su cara perfecta, que años después inspiraría a los dibujantes de Disney la de Blancanieves, fue un gran reclamo para la naciente industria cinematográfica. Tras rodar cuatro películas con Reinhart, le llegó su primer papel protagonista en la película Éctasis, rodada en Praga. Sin ser totalmente consciente de que la estaban grabando, protagonizó el primer desnudo integral y el primer orgasmo al pincharle en las nalgas con un alfiler en una de las escenas románticas. El escándalo acompañó los estrenos en Praga, Viena y Nueva York de esta película que llegó a ser condenada por el mismísimo papa Pío XI.
A pesar de ello, Hedwig protagonizó el musical Sisi emperatriz en su Viena natal donde un admirador le llenaba el camerino de flores cada noche. Se trataba de Friedrich Mandl, el tercer hombre más rico de Austria, heredero de una familia dueña de empresas siderúrgicas reconvertidas por él en fabricas de armamento. En varios sitios, incluida la Wikipedia, puede leerse que sus padres obligaron a Hedy a casarse con él, pero eso es radicalmente falso porque ella nunca dejó que otros decidieran sobre aspectos cruciales de su vida. La realidad fue que el caballeroso e inteligente Friedrich deslumbró a la jovencita que años después confesaría:
Estaba enamorada, estaba feliz, estaba orgullosa.
Se casaron en Viena y Mandl gastó un fortuna en intentar comprar todas las copias de Éctasis; no lo consiguió y esa película se convirtió en un escollo insuperable en su matrimonio. Mandl no la dejó volver a actuar, pero solía llevarla de adorno a las reuniones con sus clientes, los ejércitos de Hitler y Mussolini, en las que ella aprendió mucho sobre armamento. Se han contado historias rocambolescas de la huida de Hedwig de la casa de Mandl a través de la ventana de un baño con las ropas de su doncella, pero lo cierto es que cuando la convivencia se volvió imposible, ambos decidieron separarse de mutuo acuerdo. Aunque es probable que Hedwig finalmente tuviera que zafarse de su celoso marido de una forma brusca, el auténtico detonante de su viaje a Estados Unidos en 1937 fue la muerte de su padre, al que había estado siempre muy unida.
En el barco conoció a Louis B. Mayer, uno de los fundadores de los estudios Metro-Goldwyn-Mayer, que la rebautizó como Hedy Lamarr. Con ese nombre rodó varias películas como estrella de la Metro, tales como Argelia con Charles Boyer o El camarada con Clark Gable. En 1938 se volvió a casar con el guionista Gene Markey y adoptaron un hijo. Este matrimonio duró poco, no así el de Anthony Loder, con el que tuvo a sus hijos biológicos, Denise y Anthony. También este matrimonio terminó en divorcio, así como los tres siguientes.
Mientras tanto en Europa, Alemania puso fin al mundo de Hedy con la anexión de Austria en 1938 y la invasión de Polonia en 1939 dando comienzo a la II Guerra Mundial. Pero fue el hundimiento del barco City of Benares, lleno de niños refugiados que huían de los bombardeos de Londres, lo que decidió a Hedy a buscar un arma secreta para ayudar al ejército aliado.
Ella había aprendido en las reuniones con los responsables de los ejércitos de Mussolini y Hitler a las que había acudido como esposa de Mandl, que el secreto en la transmisión de información militar era vital, por lo que decidió desarrollar un sistema de comunicación inexpugnable. Lo hizo junto a George Antheil, un pianista y compositor estadounidense de padres alemanes que se había hecho famoso a raíz del estreno en París en 1923 de su obra Ballet Mechanique, que cosechó un gran éxito y causó un escándalo monumental. En esta obra la partitura tenía que ser interpretada por 16 pianolas de forma sincronizada. Los conocimientos de sincronización de Antheil y los que había adquirido sobre municiones cuando trabajó para el ejercito norteamericano fueron cruciales para desarrollar la idea de Hedy: un sistema para dirigir los torpedos por una onda de frecuencia variable.
Mientras grababa las Chicas Ziegfeld con Lana Turner y Judy Garland, por las noches Hedy trabajaba con George Antheil en el desarrollo del sistema que patentaron en 1942 como Secret communication system, con el número de patente US2292387A. Lo donaron al ejercito norteamericano que inicialmente se interesó en su desarrollo, pero posteriormente lo descartó. Hedy participó además en la campaña para recaudar fondos para el ejército, llegando a obtener 25 millones de dólares en bonos de guerra; sus besos eran los más cotizados en las rifas populares.
Tras la guerra, la carrera de Hedy languideció hasta que en 1949 la llamó el director Cecil B de Mille para que protagonizara la película Sansón y Dalila, que se convertiría en el mayor éxito de su carrera: arrasó en taquilla y ganó dos Oscars. Después llegó el declive con el deterioro físico inevitable, unos matrimonios desastrosos y los episodios tristes en los que llegó a ser detenida por cleptómana. Pero Hedy resurgió de sus cenizas, volvió a dedicarse a inventar dispositivos y emprendió un guerra sin cuartel contra los que habían usado su imagen sin su permiso.
A finales del siglo XX, unos ingenieros avispados retomaron su invento, que sólo se había usado en la crisis de los misiles de Cuba en 1962, y le dieron una nueva aplicación que lo convirtió en piedra angular de la revolución de las comunicaciones: lo que Hedy había ideado para transmitir información de forma secreta, ahora servía para transmitir millones de mensajes de manera segura y sin interferencias.
Es la base de sistemas de telefonía sin cable tipo BlueTooth, de la comunicación por satélite tipo GPS y de las redes locales sin cable WiFi. Por ello, en 1998 la Electronic Frontier Foundation concedió a Hedy Lamarr (y a George Antheil a título póstumo), el Premio Pionero por su contribución fundamental en el desarrollo de comunicaciones basadas en ordenadores. Anthony Loder, su hijo, recogió el premio en su nombre.
La belleza de la bella durmiente se esfumó con los años, pero el fruto de su ingenio es parte de nuestra vida. El 9 de noviembre, día de su nacimiento, se celebra el Día del Inventor en su honor.
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