El 15 de febrero de 1946 era presentado en público el ENIAC (Electronic Numerical Integrator And Computer, Computador e Integrador Numérico Electrónico en español), el primer ordenador electrónico de propósito general de la historia.
Estaba concebido para acelerar los cálculos de las trayectorias de los proyectiles disparados por las piezas de artillería del ejército de los Estados Unidos, tarea llevada a cabo por aproximadamente un centenar de computadores humanos –mujeres en su mayoría– que necesitaban unas cuarenta horas para calcular cada trayectoria. Su trabajo, cuyos resultados eran bastante precisos, estaba apoyado por un analizador diferencial, una especie de ordenador analógico capaz de calcular cada trayectoria –de forma aproximada– en una media hora. Pero se tardaban un par de días en disponer el analizador para calcular las trayectorias de un cañón determinado, con lo que al final las tablas de tiro de cada cañón se hacían básicamente con las trayectorias calculadas a mano y las del analizador se usaban de apoyo para ver que los resultados eran consistentes. En plena segunda guerra mundial la presión para agilizar el proceso era enorme.
En el verano de 1941, tras enterarse de lo complicada que era esta tarea, John Mauchly se empezó a preguntar si no sería posible construir un dispositivo electrónico capaz de hacer estos cálculos y se lo comentó a su amigo Joe Chapline, ingeniero encargado del mantenimiento del analizador diferencial. Chapline habló a su vez con el coronel Herman Goldstine, enlace entre el equipo que calculaba las trayectorias y el ejército, y tras varias reuniones el ejército decidió financiar la construcción del ENIAC según el diseño propuesto por Mauchly, que era físico, y John Presper Eckert, un brillante ingeniero y a la sazón amigo de Mauchly. Les ayudaron con el diseño lógico y físico Arthur Burks, Jeffrey Chuan Chu, Jack Davis, Harry Husky, Thomas Kite Sharpless y Robert Shaw.
El contrato para la construcción del ENIAC fue firmado el 5 de junio de 1943 y el trabajo en el Proyecto PX, su nombre en código, comenzó al mes siguiente. Pero dado lo complicado de la tarea –aún a pesar de que Mauchly y Eckert renunciaron a implementar algunas de sus ideas más avanzadas en aras de acelerar el proyecto– el ENIAC no llegó a tiempo de cumplir el objetivo para el que había sido diseñado, aunque en su presentación pública calculó la trayectoria de un proyectil en apenas 30 segundos.
El ENIAC era un cacharro formado por cuarenta módulos de tres metros de ancho por 60 centímetros de alto por 30 de profundidad cada uno que ocupaban tres paredes de una sala de 170 metros cuadrados; la cuarta la ocupaban los módulos de la fuente de alimentación que proporcionaba los aproximadamente 150 kilovatios que necesitaba para funcionar –una casa actual puede necesitar 5 ó 6 kilovatios–. El interior de esos módulos albergaba, entre otras cosas, casi 17.500 válvulas, 7.200 diodos, y muchos kilómetros de cable. Además, el ENIAC tenía tres tablas de funciones que se podían mover gracias a sus ruedas para conectarlas donde fuera necesario, cada una con 1.200 interruptores de diez posiciones que debían estar en la posición correcta para que todo funcionara.
El ENIAC era un cacharro formado por cuarenta módulos de tres metros de ancho por 60 centímetros de alto por 30 de profundidad cada uno que ocupaban tres paredes de una sala de 170 metros cuadrados.
En total ENIAC medía un poco menos de 27 metros de largo y pesaba unas 27 toneladas, y eso por no hablar del equipo de aire acondicionado encargado de disipar el calor que producían todas esas válvulas en funcionamiento.
A pesar de toda su enormidad el ENIAC funcionaba a 100.000 ciclos por segundo –cualquier ordenador personal actual lo hace a más de 2.000 millones de ciclos por segundo– y en su primera versión sólo era capaz de almacenar 20 números, todo esto a un coste de unos 500.000 dólares de la época, algo más de seis millones al cambio actual. Pero a pesar de que ahora estas prestaciones nos parezcan ridículas para la época fueron todo un avance y el ENIAC fue utilizado prácticamente sin descanso hasta que a las 23:45 del 2 de octubre de 1955 se apagó por última vez.
Pero mucho más allá de su hardware, sus prestaciones y de haber demostrado que era posible construir ordenadores electrónicos, el ENIAC es muy importante en la historia de la informática –y por tanto de nuestra sociedad actual– por su diseño conceptual. El diseño de Eckert y Mauchly dividía el funcionamiento del ordenador en cuatro bloques: procesador, memoria para almacenar tanto datos como instrucciones, almacenamiento externo, y dispositivos de entrada y salida, en lo que –injustamente– se terminó por conocer como arquitectura Von Neumann. Y este esquema de funcionamiento es el que utilizan prácticamente todos, si no todos, los ordenadores actuales, lo que incluye nuestros ubicuos móviles inteligentes, que aunque habitualmente no pensemos en ellos así no dejan de ser ordenadores que llevamos con nosotros todo el día y a todas partes.
Ni que decir tiene que el ENIAC no venía con manual de instrucciones, así que no sólo hubo que construirlo sino que hubo que aprender a programarlo. Esto distaba de ser trivial, pues la primera versión del ENIAC no tenía memoria en la que almacenar los programas debido a la urgencia que había para ponerlo en marcha, por lo que programarlo implicaba recablearlo de forma similar a una vieja centralita telefónica y colocar en su posición correcta cada uno de los interruptores de las tablas de función, que además había que conectar en el sitio adecuado.
Esta tarea recayó en Frances «Fran» Bilas, Jean Jennings Bartik, Ruth Lichterman, Kathleen «Kay» McNulty, Frances Elizabeth «Betty» Snyder y Marlyn Wescoff, conocidas como las chicas del ENIAC, aunque luego se les unirían más. Reclutadas entre las computadoras citadas al principio ellas fueron las primeras personas de la historia que aprendieron a programar un ordenador, y también formaron parte del equipo que a finales de 1946 modificó el ENIAC para, por fin, dotarlo de una memoria en la que almacenar los programas que iba a ejecutar.
Pero durante muchos años su fundamental e imprescindible papel fue olvidado, empezando por los medios de comunicación de la época, que no concebían que pudieran ser otra cosa que modelos puestas para hacer bonito en las fotos, aunque afortunadamente en los últimos tiempos está siendo reivindicado cada vez con más fuerza.
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