JUAN J. GÓMEZ CADENAS – Una tarde de agosto, húmeda y calurosa. La casa familiar en Los Nietos, un pueblito costero en la manga del mar menor, con dos ciclos vitales: atestado, durante los meses de verano. Desierto, el resto del año.
El año, por cierto, es 1989 y el que suscribe ha pasado los últimos 18 meses en California, trabajando como post-doc en el laboratorio del acelerador lineal, SLAC, en la Universidad de Stanford, cerca de San Francisco. Dieciocho meses sin volver a casa, viviendo en un apartamento sin más muebles que un camastro en el que no dormía más de cuatro o cinco horas cada noche, alimentándome de yogurt y manzanas, quemando las madrugadas en la sala de control del experimento Mark II, donde había tenido la suerte de ir a parar. El acelerador lineal acababa de arrancar su segunda etapa y los primeras desintegraciones de la partícula Z nos iban goteando en el detector. Con cada desintegración, la posibilidad de que apareciera un fenómeno inesperado, algo que no cuadrara con la tiránica teoría del Modelo Standard, la “nueva física” que es el santo grial de mi oficio.
Llevábamos varios meses mirando con lupa todo lo que salía de la máquina, pero, a pesar de algunos sustos iniciales, el bosón Z no tenía ases guardados en la manga. La física que estudiamos en SLAC primero y luego en el CERN (al año siguiente yo me mudaría a Ginebra, marchándome, como las aves migratorias, allá donde estaba el acelerador más potente) era una misa interesante para los acólitos y un soliloquio en chino para el resto del mundo.
Aquella tarde de agosto yo estaba echándome la siesta mientras en el patio mi tío el Titi (que en realidad no era mi tío sino un viejo amigo de la familia) y mi padre jugaban al dominó. Por la ventana abierta se oía el picar de las fichas modulando la conversación en voz muy alta (en mi tierra, por alguna razón que se me escapa, se habla siempre a gritos).
—Entonces, el Juanjo, ¿a qué se dedica? —. El Titi era fabricante de muebles y yo había trabajado en su tienda, de niño, muchos veranos. El hombre me tenía cariño y se preocupaba por mi futuro.
—Está en Estados Unidos —contestaba mi viejo —. Estudiando las partículas elementales en un acelerador que se llama SLAC.
—¿Las partículas qué?
—Elementales. Los constituyentes básicos de la materia. Están produciendo en el acelerador una partícula que se llama Z y es una especie de fotón muy pesado. Buscan también nueva física, como el bosón de Higgs y…
—Para, para —cortaba mi tío —. Tú dime si al Juanjo le pagan bien por hacer todas esas cosas.
—Hombre —la voz de mi padre sonaba un poco apurada y es que mi primo José Pedro, que trabajaba con el Titi vendiendo muebles, ganaba bastante más dinero que yo—. Juanjo tiene una beca Fulbright, muy presitigiosa y…
—O sea —cortó mi tío, zanjando la conversación —. Que mucho Higgs o como se llamen las mandangas esas, pero al chaval lo tienes en el paro.
Me acordaba de el Titi anteayer, mientras Fabiola Gianotti, la flamante spokesperson de Atlas desgranaba explicaciones técnicas accesibles tan sólo a una minoría de las personas que seguían la conferencia. El auditorio del CERN estaba a rebosar, como siempre en estos casos, pero a diferencia de lo que ocurría hace unos años, la conferencia la podían seguir, vía web, miles de personas en todo el mundo. Y también rompiendo con la tradición del oficio, la mayoría de los que la seguían no eran especialistas en la materia. ¡Cuánto han cambiado las cosas en los últimos tiempos! Hasta hace poco, dedicarse a la física de partículas era poco más o menos como dedicarse a la filatelia, una actividad curiosa, poco relevante e inofensiva. Y buscar el bosón de Higgs venía a ser como estudiar arameo antiguo, una de esas cosas esotéricas en la que los científicos pierden su tiempo.
Pero hoy en día todo el mundo sabe que en el CERN se está buscando la partícula de Dios y desde anteayer, todo el mundo da por supuesto que se ha encontrado.
Pero, ¿qué es, realmente esa partícula y porqué es tan importante encontrarla? ¿Es verdad que ATLAS y CMS, los dos grandes experimentos del CERN la han acorralado finalmente? ¿Qué implicaciones tiene el descubrimiento, si de un descubrimiento se trata para la ciencia? ¿Qué implicaciones para la gente de a pie que paga las instalaciones del CERN y los salarios de los que nos dedicamos a este oficio?
Imagino a mi tío el Titi, fallecido ya hace unos años, rascándose el imponente cogote, tratando de decidir en qué podría afectar la partícula de Dios a su realidad cotidiana, a esa fábrica de la que estaba tan orgulloso, en la que producía muebles de dura y fiable madera.
También para él, intentaré, a lo largo de unas pocas entregas, explicar cómo el Higgs hace posible la existencia de una fábrica aún más sólida y duradera que la de mi tío, la fábrica que llamamos Universo.
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