La lectura no solo tiene relevancia en el ámbito educativo, sino que se convierte en trascendente en el desarrollo económico y social de los ciudadanos, como pone de manifiesto cada tres años el Informe PISA de la OCDE, que analiza el rendimiento de los alumnos de 15 años. Para mejorar las competencias lectoras de los estudiantes, un equipo de la Universitat de València está desarrollando dispositivos tecnológicos con los que se pretende potenciar la función educativa. La investigación se enmarca dentro de un proyecto de Excelencia Prometeo de la Generalitat Valenciana, al frente del cual está Eduardo Vidal-Abarca (Valencia, 1950), doctor en Psicología y director del departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universitat de València.
PREGUNTA. ¿Qué dispositivos inteligentes promueve su equipo de investigación?
RESPUESTA. Desarrollamos tres tipos distintos basados en el ordenador, que tienen que ver con la enseñanza, la evaluación y la investigación, respectivamente. Los tres están estrechamente relacionados, pero cada uno tiene sus particularidades. Cada dispositivo interactúa con el usuario y conforme éste va aprendiendo le va dando retroalimentación automática. Todo queda registrado y luego nosotros analizamos los datos.
P. ¿En qué consiste el dispositivo inteligente de enseñanza?
R. Se trata de un tutor inteligente que instruye en estrategias de competencia lectora a chicos de sexto de Primaria y sigue el marco de las pruebas PISA, es decir, utiliza la lectura para realizar las tareas que a uno le interesan. Consta de ocho sesiones, unos agentes virtuales, un profesor virtual y una alumna virtual que interactúa entre ellos además de con el usuario. En esa interacción le van explicando al usuario estrategias de cómo leer, cómo responder las preguntas, cómo buscar la información, etc. Es como una especie de profesor virtual con la ventaja de que el sistema registra cosas que el profesor no puede, como los segundos que lee algo, o si en una pregunta concreta ha consultado la información correcta.
P. ¿En qué se basa el dispositivo de evaluación de habilidades de lectura?
R. En una simulación de los típicos entornos web de una búsqueda en Google, de una página de Wikipedia, de un foro o de un correo electrónico… Se van presentando situaciones de ese tipo y el sistema va registrando no solo la respuesta del usuario sino también el proceso, cómo lo hace, cuánto tiempo, si ha buscado lo que tocaba, si la ruta de navegación era la más directa o se ha perdido yendo a enlaces inadecuados, etc. Al final, el dispositivo ofrece un diagnóstico automáticamente y en el acto.
P. ¿Y en qué radica la herramienta de investigación?
R. Tanto la herramienta de enseñanza como la de evaluación se basan en investigaciones que realizamos con grupos experimentales para probar por ejemplo el tipo de retroalimentación que es más efectiva en una situación determinada, o las estrategias que diferencian a los chicos con buenas competencias lectoras de los de baja competencia lectora. Eso lo efectuamos con estudios empíricos donde diseñamos situaciones para responder a todas estas preguntas y lo que esta herramienta permite es diseñar experimentos. A partir de ahí se incorporan en estas herramientas los resultados de investigación que te dice que esta es la mejor forma de enseñanza o este es el procedimiento adecuado de evaluación.
P. Tanto el Informe PISA como el Programa Internacional para la Evaluación de las Competencias de los Adultos (PIAAC), en los que usted participa en su elaboración, señalan que estamos por debajo de la media de los países desarrollados en comprensión lectora. ¿A qué achaca nuestro nivel tan bajo?
R. La causa está bastante clara en el caso de los adultos. La escolarización masiva en España fue tardía si la comparamos con Francia, Inglaterra, Alemania o Dinamarca. En 1975 hubo un plan de construcciones escolares y de escolarización masiva, pero el porcentaje de abandono escolar en las barriadas populares era considerable. Esa gente que a primeros de los 70 tenía doce o trece años es la que en el 2011, cuando se realizó el primer informe PIAAC , tenía cincuenta y tantos. De ahí vienen los malos resultados del informe, porque el nivel de escolarización de España en los 70 estaba considerablemente más atrasado que el de Francia o Alemania.
P. ¿Y en el caso de los adolescentes?
R. Si el plan de construcciones escolares en los 70 fue absolutamente impresionante, la formación de los maestros no fue precisamente la mejor. Eso tiene cierto reflejo en los métodos pedagógicos. Muchos pensamos que los métodos pedagógicos son excesivamente memorísticos y en esta época de Internet lo importante no es que me aprenda muchas cosas de memoria sino que tenga las ideas bien organizadas, sepa argumentar, razonar y buscar información. Somos un poco deficitarios en eso porque posiblemente tampoco los profesores han recibido una formación mejor.
«Muchos pensamos que los métodos pedagógicos son excesivamente memorísticos y en esta época de Internet lo importante no es que me aprenda muchas cosas de memoria sino que tenga las ideas bien organizadas, sepa argumentar, razonar y buscar información».
P. ¿Entonces, ¿son malos los estudiantes españoles o más bien lo son sus profesores?
R. Yo introduciría un tercer elemento, que son los sistemas de formación. Trasladémonos al sistema de salud. Hoy todos están de acuerdo en que el nuestro es un buen sistema de salud, con buenos profesionales y buenos hospitales. ¿Cómo se logró eso? Pues con el sistema MIR, que es absolutamente homologable al sistema de formación de los médicos de cualquier otro país de la OCDE. En cambio, la calidad de la formación de los profesores es muy diferente. Desde hace tres años existe un máster de Profesor de Secundaria de un año de duración, pero antes solo estaba el CAP, un “cursillete” que era una tontería, con lo cual alguien que quería ser profesor, ¿qué formación tenía? Pues su sentido común y experiencia.
P. Esa no parece que fuera la mejor formación para ser profesor.
R. Claro que no. Los profesores de nuestro entorno no se forman ni por sentido común ni por experiencia. En otros entornos el que quiere ser profesor tiene una formación específica de dos años, no de uno como aquí. ¿Lo achacamos al profesor? Este lo único que hace es seguir la pauta que le marca el sistema. Naturalmente, nadie discute su buena voluntad, pero todos sabemos que cuando uno va al médico no le pide buena voluntad, sino que esté bien formado.
P. Invertimos por encima de la media europea, pero obtenemos resultados inferiores. ¿Qué falla en nuestro sistema educativo?
R. De primeras, veo claramente que el sistema de formación de nuestros profesores ha sido realmente malo, por no decir horrorosamente malo. Y a las pruebas me remito. El profesor de Secundaria era un licenciado que recibía un “cursillete”, que pasaba unas oposiciones memorísticas y al que le decían, ahí tienes a unos cuantos chavales, enséñales. Sin ninguna formación de ningún tipo. Desde hace tres años eso se está intentando mejorar, pero incluso en estos momentos está siendo insuficiente. La formación de los maestros hasta hace poco no ha sido todo lo buena que habría que desear.
P. ¿Por qué?
R. ¿Porque los profesores de las Escuelas de Magisterio eran muy malos o no tenían voluntad? Por supuesto que no. Parece que la educación sea una cuestión de sentido común y experiencia. Ese no es el sistema de formación que nosotros pensamos que se puede aplicar, por ejemplo, a los sistemas de salud o a los sistemas de formación de las ingenierías. Y en la educación parece como que si uno utiliza su buena voluntad, trata bien a los niños, tiene sentido común… pues lo demás ya viene solo. La investigación educativa seria ha demostrado considerablemente que eso no es así.
P. ¿Cree que la Ley Wert va a cambiar positivamente esta situación tan lamentable?
R. No lo creo y si le soy sincero no creo que este problema sea abordable única y exclusivamente con leyes. Desde luego, el mareo de legislación educativa y los bandazos que ha habido en los últimos treinta años no han ayudado. La educación es un ámbito social enormemente ideologizado y muy poco tecnificado y deberíamos tecnificarlo un poco más y desideologizarlo en el buen sentido de la palabra.
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