Las cosas del espacio van despacio, o sin prisa pero sin pausa. Esto se podría decir de prácticamente todas las misiones espaciales, y Euclides (o Euclid), la próxima misión astronómica europea para indagar en el “Universo oscuro”, no es una excepción. Tras superar las fases de definición y tras su aprobación en 2011 por los países miembros de la Agencia Europea del Espacio (ESA), ahora llega la adhesión formal de la NASA al proyecto, en el que ya participaban informalmente decenas de científicos de Estados Unidos. Para el lanzamiento quedan todavía siete años, pero la misión está ya en pleno desarrollo y la participación de la NASA constituye un espaldarazo en tiempos de crisis.
El objetivo es acercarse a la resolución de la mayor incógnita cosmológica actual, el Universo oscuro. Hasta hace unos 30 años los astrónomos creían que el Universo estaba compuesto casi enteramente de la materia conocida (protones, neutrones, electrones y átomos). Los datos de las observaciones más recientes, las del telescopio espacial Planck, indican que esta materia no representa más que el 4,9% del Universo y que la materia oscura (un 26,8%) y la energía oscura (un 68,3%), ambas misteriosas para la ciencia actual, es lo que domina. La energía oscura hace que se acelere, como se ha comprobado, la expansión del Universo, pero, recuerda la NASA, constituye el mayor misterio científico actual.
Euclides es un satélite con un telescopio de 1,2 metros de diámetro y dos instrumentos científicos que hará un mapa de la forma, el brillo y la distribución en tres dimensiones de 2.000 millones de galaxias, que ocupan más de un tercio del cielo y en el tiempo se remontan hasta una cuarta parte de la edad actual del Universo, lo que cubre el periodo en el que la energía oscura ha jugado un papel significativo en su expansión.
Con los datos recogidos sobre el efecto lente gravitacional débil (un método para cartografiar la materia oscura y medir la energía oscura midiendo las distorsiones en las imágenes de galaxias) y las oscilaciones bariónicas acústicas (que dan una medida de la expansión del Universo), los astrónomos esperan avanzar en el conocimiento y posiblemente llegar a una nueva física. Tras su lanzamiento, el satélite se dirigirá al segundo punto de Lagrange (L2), a 1,5 millones de kilómetros de la Tierra, desde donde hará sus observaciones.
En el proyecto participan casi mil científicos de 100 instituciones de 13 países europeos, entre ellos España. El director del consorcio es el francésYannick Mellier , del Instituto de Astrofísica de París. El telescopio lo hará la empresa Astrium y la decisión sobre el fabricante principal del satélite se tomará en junio de este año.
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