MÓNICA G. SALOMONE – En agosto de 2012 un nuevo todoterreno empezará a recorrer la superficie marciana. El Curiosity, de la NASA, lanzado el pasado 26 de noviembre, aterrizará se espera que suavemente en el cráter Gale, en la región ecuatorial, y empezará a investigar si Marte es hoy capaz, o lo fue en algún momento, de albergar vida. Para hacerlo usará, entre otros, el primer instrumento español que aterriza en otro planeta: una estación meteorológica miniaturizada diseñada y construida en el Centro de Astrobiología (CAB), en Madrid.
“Lo que más llama la atención del Curiosity es su tamaño”, dice Jesús Martínez Frías, del CAB, un centro mixto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y el Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA). Curiosity pesa una tonelada y ocupa tanto como un Mini o un Smart; todo un gigante comparado con el primer todoterreno robótico que, en 1996, se desplazó por la superficie marciana: el Sojourner, de apenas diez kilos y 65 cm de longitud. Por eso, por sus dimensiones, el Curiosity aterrizará frenando con un sistema de retrocohetes, en lugar de hacerlo envuelto en airbags como los anteriores todoterrenos marcianos.
Curiosity usará el primer instrumento español que aterriza en otro planeta: una estación meteorológica miniaturizada diseñada y construida en el Centro de Astrobiología (CAB), en Madrid.
También la misión del Curiosity es algo distinta de la de sus predecesores, que se centraron sobre todo en analizar en aspectos geológicos. Durante al menos un año marciano (686 días terrestres) el nuevo todoterreno llevará a cabo estudios físicos y químicos del suelo y tomará datos meteorológicos. Su principal objetivo es identificar trazas biológicas e interpretar procesos geológicos y climáticos. “No es una misión para buscar vida directamente sino para investigar si las condiciones ambientales son las adecuadas para la vida microbiana o lo fueron en el pasado”, explica Javier Martín Torres, investigador del equipo de REMS en el CAB .
Por eso se ha escogido como lugar de aterrizaje Gale, un cráter de unos 150 km de diámetro recubierto de materiales capaces de preservar huellas de posible vida orgánica y que tienden a formarse en presencia de agua. De hecho se cree que Gale pudo haber sido un lago. Además tiene unos 4.000 millones de años de edad, y sus capas reflejan la historia geológica de Marte.
La estación medioambiental REMS (Rover Environmental Monitoring Station), de apenas kilo y medio de peso, es la que se ocupará de estudiar la meteorología marciana. Tomará datos durante cinco minutos cada hora durante los 23 meses que durará la misión, para medir la evolución diaria y anual de las condiciones ambientales. REMS lleva un sensor de viento; de radiación ultravioleta; de temperatura del suelo y del aire; de presión y de humedad –estos últimos desarrollados por el Instituto Meteorológico de Finlandia-. Su información será clave no sólo para mejorar los modelos del clima de Marte, sino para determinar si el ambiente permite vida microbiana –un exceso de radiación ultravioleta, por ejemplo, pondría las cosas más difíciles a cualquier organismo-.
REMS ha sido financiada por los ministerios de Ciencia e Innovación y Defensa. Junto con la antena de alta ganancia de Curiosity –con la que se envían los datos a Tierra-, también fabricada en España por la compañía CASA Espacio, REMS ha costado 23 millones de euros.
> Dossier de prensa REMS (PDF)
Imagen de portada: NASA/JPL-Caltech
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