Catedrático y director del Departamento de Economía Aplicada II de la Universitat de València, Cecilio Tamarit Escalona (Valencia, 1964) es miembro del Grupo de Investigación en Integración Económica (Inteco), formado por investigadores de la Universitat de València y de la Jaume I de Castelló, que tiene desde 2003 la consideración de Grupo de Excelencia Prometeo de la Generalitat. Inteco desarrolla tres líneas de investigación: comercio internacional, integración económica y medio ambiente, y macroeconomía aplicada al caso europeo. Además de coordinar el grupo, Tamarit participa más activamente en esta última línea, que estudia cómo afectan a la política macroeconómica de la UE los procesos de globalización y, sobre todo, los de integración económica regional.
Actual asesor externo del Mineco y miembro del grupo de expertos WES del CESifo, de 2006 a 2014 ha ocupado la vicepresidencia y la presidencia sucesivamente de la Asociación Libre de Economía (ALdE). Premio extraordinario de doctorado en 1992 por la Universitat de València y Master en Economía por el College of Europe de Brujas (Bélgica), dirigió entre 1988 y 1992 el Centro de Documentación Europea de la UV y durante 1993 fue vocal asesor de Coyuntura y Macroeconomía en el Gabinete de la Presidencia del Gobierno de España. De 1998 a 2003 fue presidente de la Asociación Española de Economía y Finanzas Internacionales (AEEFI) y entre 2006 y 2009 dirigió el comité de economía en la Comisión Nacional de Evaluación de la Actividad Investigadora (CNEAI).
PREGUNTA. Con Italia en plena recesión y Alemania y Francia estancadas, ¿es real la amenaza de una tercera recesión en Europa?
RESPUESTA. La verdad es que sí. Seguramente es el escenario más probable. No digo que tengamos una recesión, pero sí un estancamiento a medio plazo y eso justamente para los países del sur, que somos los que estamos más endeudados, es el escenario más peligroso.
P. Mientras Estados Unidos remonta la recesión y abandona los estímulos, Alemania insiste en la austeridad. ¿Puede así la UE salir de la crisis?
R. Las medidas de austeridad eran necesarias y siguen siéndolo. Hay que hacer un ajuste fiscal. Tenemos una crisis de sobreendeudamiento, pero también es cierto que si vamos al origen de esta crisis, posiblemente hay un mal diseño de las reglas que teníamos en la Unión Monetaria. En parte un mal diseño y en parte una mala gestión del diseño que, a lo mejor, no era el más adecuado. Además, no se han acabado de aplicar a la hora de la verdad las reglas que nos habíamos dado para intentar controlar estos desequilibrios.
P. ¿Y cómo podemos solucionar esos desequilibrios?
R. Hay una parte del ajuste que tendrán que realizar los países que están más desajustados, como es el caso de los países periféricos, pero los países acreedores deberían de asumir también una parte importante de ese ajuste. Se necesita un acuerdo político para Europa, porque si el ajuste se realiza de forma tan lenta como está ocurriendo, puede no ser aceptable desde un punto de vista social y provocar la destrucción del euro o una partición en varias áreas monetarias dentro de Europa. Ello podría provocar que el proceso de integración europeo quede paralizado y tenga una regresión que tardaríamos años en recuperar.
«Tenemos una crisis de sobreendeudamiento, pero también es cierto que si vamos al origen de esta crisis, posiblemente hay un mal diseño de las reglas que teníamos en la Unión Monetaria».
P. El Banco Central Europeo no solo reúne las capacidades monetarias sino que acaba de asumir el papel de supervisor bancario ¿Va a suponer una situación más positiva?
R. Mientras la política monetaria era de carácter federal, la supervisión se dejó a los bancos centrales nacionales, que son los que en principio deberían conocer mejor los problemas de las entidades financieras. ¿Cómo se pueden ver sorprendidos de pronto, y no solamente en España, de los problemas que tenemos en estos momentos en las cajas de ahorros cuando en el fondo mucha gente lo sabía? Hemos visto los problemas de ING en el sistema holandés, o el caso tremendo de Dexia en Bélgica. Hay una serie de bancos en la UE que han presentado problemas. Eso ha sido una falta de profesionalidad, por decirlo de forma suave, de los bancos centrales nacionales. Como lo han hecho mal de forma descentralizada pero coordinada, que es como estaba pensado, ahora se centraliza.
P. La UE acaba de estrenar nueva Comisión con Juncker al frente. ¿Va a ser más de lo mismo que con Durão Barroso?
R. La Comisión Europea ya no era operativa y sus dos últimos presidentes han sido bastante mediocres. Se ha visto que una Comisión a 28 no funcionaba y se hablaba de reducir más el número de comisarios. Al final no se ha hecho, sino que se ha llegado a un enjuague de carácter político, pero en el fondo hay vicepresidentes, que son los verdaderos comisarios. Ahora tenemos comisarios de segunda fila, que en la práctica son directores generales de las grandes comisarías. España, por ejemplo, ha perdido de alguna forma a su comisario y ahora tenemos una especie de director general de “alto standing”. Esto puede ser malo desde un punto de vista nacional, pero positivo desde el punto de vista de la organización de la Comisión.
P. Almunia se despidió como comisario de la Competencia diciendo que el euro no fue lo que nos metió en la crisis pero nos sacará de ella y Laszlo Andor, comisario de Ocupación y Asuntos Sociales, se fue tachando al euro de “trampa” y de haber diezmado los Estados del Bienestar. ¿Cuál de ellos se va con mayor razón?
R. Los dos tienen su parte de razón. El euro no es el culpable ni mucho menos de la crisis y nos puede hacer más fuertes, pero es verdad que las cosas se han gestionado mal. No hubo coraje político para flexibilizar el mercado del trabajo antes del establecimiento del euro y se decidió avanzar hacia la Unión Monetaria pensando que ésta nos obligaría a efectuar las reformas, pero no se realizaron al pillar un ciclo alcista. Cuando ha llegado el primer ciclo negativo, el edificio se ha tambaleado porque tenía los pies de barro.
P. ¿Cómo valora la reforma fiscal anunciada por el Gobierno de Rajoy?
R. Tras la reforma del mercado del trabajo era absolutamente necesaria una reforma fiscal que pudiera facilitar un aumento de los ingresos para intentar estabilizar el presupuesto, cumplir con las reglas del pacto de estabilidad y crecimiento y hacer un sistema fiscal más eficiente y transparente. La reforma fiscal va un poco en esta línea, pero todos los analistas coinciden en que se queda corta y al final lo importante para que tenga éxito tiene que ser también que la economía crezca más. Claro, se estaba planteando en el momento que parecía que cambiábamos de ciclo económico, pero si pasamos a un periodo de estancamiento puede que una buena parte de esta reforma quede también en agua de borrajas.
P. El Consejo Empresarial para la Competitividad propone otro ajuste fiscal de 30.000 millones centrado más en la reducción del gasto que en el aumento de los ingresos, dejando recaer el esfuerzo fiscal en los impuestos indirectos. ¿Comparte esa propuesta?
R. Es importante lo que acaban de decir los empresarios, pero creo que ya llegamos tarde. En este momento es difícil decir lo que hay que hacer porque hemos llegado demasiado tarde a todo. Recortar el gasto y aumentar la imposición indirecta se tenía que haber hecho hace cinco años. Habría sido una medida dinamizadora del sector privado, además de intentar también reducir los costes en términos de desempleo de la crisis, que es el principal drama que tenemos.
P. ¿Hay una varita mágica para la creación de empleo?
R. El mercado laboral ha expulsado una cantidad ingente de trabajadores, fundamentalmente en la construcción, un sector que genera empleo poco cualificado de forma masiva. Eso tiene difícil arreglo, porque si consiguiésemos cambiar el modelo de crecimiento y creásemos empleo más cualificado, esas personas no estarían preparadas para esos trabajos. ¿Cómo arreglamos ese desajuste? Pues reciclando a esas personas con políticas activas de empleo y ya hemos visto qué ha ocurrido con esas políticas. Estamos descubriendo que han sido muy ineficientes y, en algunos casos, han sido un foco de corrupción política y económica tremenda a todos los niveles, desde sindicatos, patronales etc. Hay que cambiar y hacer que una parte cada vez mayor de empleos sean cualificados, al tiempo que se crea empleo no cualificado para reducir la bolsa de exclusión social y de pobreza, que va en aumento.
«Estamos descubriendo que han sido muy ineficientes y, en algunos casos, han sido un foco de corrupción política y económica tremenda a todos los niveles, desde sindicatos, patronales etc».
P. Cuando se supere la crisis ¿cómo cree que quedará el paisaje de la economía valenciana?
R. Seguramente, las empresas que eran más dinámicas lo seguirán siendo. Todo el sector exportador está intentando buscar nuevos mercados y no solamente está aumentando sus exportaciones, sino que hay mayor número de empresas que se dan cuenta que tienen que actuar de esta forma. El tejido empresarial valenciano, que siempre se ha caracterizado por su dinamismo, está tomando conciencia de la necesidad de mayor número de emprendedores e innovadores. Ahí sí que estamos viendo brotes en algunos sectores y por diferentes ámbitos de la propia sociedad civil valenciana. Eso genera esperanza. Además, si conseguimos que nuestro sistema universitario esté más conectado a los procesos de innovación empresarial, nos puede permitir ser ciertamente optimistas.
P. ¿Es compatible rebajar el IRPF como ha anunciado la Generalitat Valenciana cuando no hay suficientes ingresos para pagar la Sanidad o la Educación?
R. No me lo parece. Como economista me parece ridículo. La Generalitat Valenciana no tiene margen para tomar ninguna medida y me parece un canto de sirena, un brindis al sol. Lo que está claro es que la CV está quebrada, está recibiendo financiación mes a mes con carácter finalista del Fondo de Liquidez Autonómico y se acabó. No me parece serio. Antes tomaría otras medidas de política industrial puntual, de intentar facilitar la innovación, de política científica, que al fin y al cabo es muy poco dinero.
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