Al norte de la provincia de Alicante se produce todos los años una vistosa alineación astronómica cuyo origen se remonta a principios del siglo XVII, cuando unos franciscanos construyeron un convento en el preciso lugar donde en el día de su santo patrón, la luz del Sol atravesara una montaña y lo iluminara.
En 1611, se fundó un convento franciscano junto a la población de Benitaya (Vall de Gallinera), al norte de la provincia de Alicante. Su fundación fue consecuencia directa de la expulsión de los moriscos en 1609 por orden del rey Felipe III, pues con ello el Reino de Valencia perdió un tercio de su población, y pronto tuvieron que adoptarse medidas de repoblación. Así fue como a la Vall de Gallinera llegaron gentes de Mallorca bajo el patrocinio del VII duque de Gandía, Carlos de Borja y Centelles.
Las fuentes indican que estos repobladores mallorquines eran “rudos en la disciplina cristiana”, por lo que ya en 1611 el duque de Gandía favoreció la fundación del convento de Benitaya para los frailes descalzos de la orden de San Francisco, que lo dedicaron a San Andrés del Monte. El convento, del que actualmente se conservan pocos restos, se erigió a los pies de la Penya Foradà, el elemento topográfico más significativo de Vall de Gallinera, pues en su cima (737 m.) dispone de un arco de piedra natural que es una referencia visual desde muchos puntos del valle. La tradición oral, que hace unos pocos años estaba ya casi perdida en el Valle, decía que una vez al año los rayos del Sol, atravesando la Foradà, iluminaban el convento.
Cuando comencé a estudiar esta alineación astronómica en 2005, barajé tres opciones principales: que la alineación solar se produjera en el día de San Francisco de Borja (por ser un importante familiar anterior al Duque que patrocinó el convento); en el de San Francisco de Asís (en honor a la orden franciscana a quien pertenecía el convento); o bien, en el día de San Andrés (por haberse dedicado a él el convento). Con unas primeras observaciones sobre el terreno pude descartar la opción de una alineación solar el día de San Andrés (30 de noviembre). Y por el azimut y altura de la Foradà respecto al antiguo convento tenía claro que la fecha de la alineación, si realmente tenía lugar, debería situarse a principios de octubre. Dado que el gandiense San Francisco de Borja (1510-1572), IV duque de Gandía, fue canonizado por el Papa Clemente X en 1671, es decir, sesenta años después de la fundación del convento, la alineación debía asociarse al día de San Francisco de Asís (ca. 1182-1226), fundador de la orden franciscana y canonizado por el Papa Gregorio IX en 1228.
Los cálculos preliminares ofrecían resultados muy interesantes. Teniendo en cuenta el ángulo horario, el meridiano del lugar, y la ecuación del tiempo, pude calcular el momento del tránsito del Sol por la Foradà, obteniendo que el tránsito se produciría a las 16h 20m T.U. del 4 de octubre. Por otro lado, como en cualquier alineación de este tipo, el fenómeno se produciría en una segunda ocasión a lo largo del año, en concreto el 9 de marzo (no por casualidad, día de Santa Francisca), hacia las 16h 42m T.U. Lo que señalaba la tradición local era, pues, un hecho y no una leyenda de las tantas que podrían haber sobre la Foradà.
Sería interesante saber cómo era la planta y alzado arquitectónico del convento franciscano, pues tal vez la alineación solar hubiera sido aprovechada para iluminar, quién sabe, alguna imagen de San Francisco o un altar. Podemos imaginar cómo a través de un rosetón o de una ventana los rayos del Sol se introducían en una capilla, por lo demás en penumbra, e iluminaban al santo durante unos momentos. En el día de su efeméride esto podría ser realmente muy llamativo.
En 2006 pude realizar las primeras fotografías de esta espectacular alineación cuya duración ronda los 2,5 minutos. Teniendo en cuenta que el tamaño aparente de la Foradà desde el convento es de 11’ x 4’, y que en esa época del año el desplazamiento diario del Sol (cuyo tamaño aparente es de 32’) en declinación es de 23,5’, observar la alineación desde un punto concreto es algo que sólo puede darse en un máximo de dos días consecutivos. Por ello, evidentemente, estamos ante una alineación con tal grado de precisión que ponerse a unos metros del sitio adecuado significa verla descentrada o no verla.
Desde la publicación de los resultados, este fenómeno se ha convertido en un importante reclamo turístico y, ahora, más de seiscientas personas se reúnen cada año para observar esta alineación que nos recuerda la fundación de un convento franciscano en 1611, año en el que la zona fue repoblada por gentes de las que descienden muchos de los habitantes actuales de Vall de Gallinera.
Quiero aprovechar estas líneas para recomendar a todos los interesados acercarse al antiguo convento de la Vall de Gallinera el primer fin de semana del próximo octubre, y así ser partícipes de la experiencia inolvidable de esta curiosa alineación.
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