En el año 196 a.C. se publicaba en Menfis (Egipto) un decreto en favor del culto del rey Ptolomeo V Epífanes. Este decreto se inscribió en varias estelas, si bien sólo una, la hallada en la ciudad de Rosetta en 1799, ha alcanzado fama mundial.
La estela de Rosetta, custodiada hoy en el Museo Británico, fue inscrita en tres escrituras distintas (jeroglífico, demótico y griego) para así poder transmitir su mensaje en egipcio y griego a la clase dominante. Evidentemente, nadie en época de Ptolomeo V hubiera sospechado que, gracias a esta estela, casi dos mil años después se pondrían las bases del entendimiento de la escritura jeroglífica egipcia.
Tengamos en cuenta que la última inscripción jeroglífica fechada es del año 394 d.C., y la última demótica de 452 d.C., ambas en Philae, con lo que tras el cierre del templo de la diosa Isis en Philae a mediados del siglo VI d.C., en época de Justiniano, Egipto perdía el último baluarte de su milenaria cultura y con ello todo su saber quedaba en el olvido y su escritura pasaba a ser indescifrable.
La piedra de Rosetta, gracias a que dio la posibilidad de comparar un mismo texto escrito en dos lenguas distintas, supuso un documento fundamental para que investigadores como Thomas Young y, finalmente, Jean-François Champollion (en 1822) comenzaran a descifrar el sistema jeroglífico egipcio, de modo que los abundantísimos textos egipcios dejaron de ser mudos y pasaron a transmitir a los egiptólogos una ingente cantidad de información. De algún modo, la piedra de Rosetta sirvió para descubrir y conocer la milenaria civilización egipcia.
Si en el año 196 a.C. habría sido difícil imaginar la fama que aguardaba a una de las copias del decreto de Ptolomeo V, menos aún hubiera sido pensar que unos 2210 años después (en 2014) una nave bautizada como Rosetta en su honor tendría como misión desentrañar los secretos de un cometa situado a cientos de millones de kilómetros.
Cuando la Agencia Espacial Europea (ESA) decidió programar una compleja misión al cometa de corto período 67P/Churyumov-Gerasimenko con el objetivo de analizar un tipo de cuerpo en el que se considera pueden hallarse interesantes componentes arcaicos del Sistema Solar, la ESA tuvo la brillante y afortunada idea de nombrar Rosetta a la nave principal de esta misión lanzada en 2004 desde la Guayana francesa con un cohete Arianne 5G. De igual modo que la piedra de Rosetta sirvió para redescubrir una gran civilización del pasado, la nave Rosetta podría ser artífice de una revolución en nuestro conocimiento del pasado del Sistema Solar.
Pero el guiño a la importancia que tuvo el desciframiento de los jeroglíficos no ha quedado sólo en el uso del nombre de Rosetta. La sonda que desde Rosetta ha partido hacia la superficie del cometa 67P fue llamada Philae, en honor a un obelisco de época de Ptolomeo VIII Evergetes (hoy en Kingston Lacy, Dorset, Inglaterra) procedente de la isla del mismo nombre y que, inscrito en griego y egipcio jeroglífico, también sirvió como la piedra de Rosetta en la carrera por descifrar el sistema jeroglífico. Por otro lado, uno de los instrumentos de esta sonda (un cromatógrafo y espectómetro de masas) recibe el nombre de Ptolemys (Ptolomeo), en honor al rey egipcio, del mismo modo que otro instrumento de Rosetta es llamado OSIRIS (del inglés Optical, Spectroscopic, and Infrared Remote Imaging System), recordando así, a su vez, el nombre del dios egipcio de los muertos, de implicaciones regenerativas, esposo de la diosa Isis.
Incluso el lugar donde en el cometa se ha posado Philae, el pasado 12 de noviembre de 2014, se ha bautizado como Agilkia, nombre que en Egipto corresponde a la isla que desde los años setenta acoge el templo de Isis y demás edificios que había originalmente en la isla de Philae pero que a causa de la inundación provocada por las presas construidas en sus cercanías tuvieron que ser desmantelados y trasladados.
En definitiva, la ESA ha conseguido asociar el espacio-tiempo, la historia y la astronomía, la arqueología y la astronáutica, a través de unos nombres que, ójala, tengan en la misión al cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko tanta importancia como han tenido en la egiptología y el conocimiento del Egipto antiguo.
No comments yet.