Entrevista con Andrés Moya, Premio Fundación Lilly de Investigación Biomédica Preclínica 2013
Como le dijera su colega Enrique Cerdá, sabe que cuando llega el primer premio después empiezan a venir todos los demás. A finales del pasado marzo recibió el Premio Fundación Lilly de Investigación Biomédica Preclínica en reconocimiento a su labor investigadora dedicada al análisis de los microorganismos y su relación de simbiosis con los humanos aplicado al estudio de enfermedades, una actividad que también le ha sido distinguida con el Premio Nacional de Genética 2012. Impulsor y exdirector del Institut Cavanilles de Biodiversitat i Biologia Evolutiva del Parc Científic de la Universitat de València, el catedrático de Genética Andrés Moya (Xirivella, 1956), uno de los introductores de la genómica en España, ejerce la dirección científica del Centro Superior de Investigación en Salud Pública (CSISP), donde desarrolla un programa prometedor sobre el microbioma humano con una plantilla que supera el centenar de investigadores.
Este año se cumple una década de la publicación de lo que considera “su mayor hito” en sus 35 años de trayectoria académica e investigadora: estar al frente del equipo que secuenció el primer genoma en España. Hijo del éxodo rural, el que llevó a su familia, procedente de La Roda, a emigrar a Valencia, Moya se declara firme defensor de la educación pública que, según él, “es un problema muy serio nunca resuelto en España”. Doctor en Biología y Filosofía, entiende el idealismo en ciencia como la motivación por la ideas, no por los ideales, “del puro placer de conocer y poder explicar”, combate el escepticismo por conducir al inmovilismo y apuesta por el pragmatismo para aproximarse a la realidad para poder avanzar.
Pregunta. ¿Cuál fue el contexto de la secuenciación del primer genoma en nuestro país?
Respuesta. Muy problemático. Empezamos en 1998 y publicamos el trabajo en 2003, lejos de los cinco meses que puede costar ahora una secuenciación. El laboratorio donde se suponía que debíamos investigar no estaba construido y teníamos mucha competencia internacional de equipos en Japón, Estados Unidos y Suecia, que se nos adelantaron y publicaron antes que nosotros. La situación fue muy dura, sin embargo, nuestro trabajo tuvo muy buena recepción y lleva 800 citaciones, que no está nada mal para tratarse de ciencia muy básica.
P. Las bacterias no son el enemigo.
R. Siempre hemos pensado en los microorganismos como patógenos, y aunque es verdad que son los elementos de las grandes plagas bacterianas o víricas a lo largo de la historia, ahora sabemos que la interacción de nuestro cuerpo con los microorganismos con los que convivimos tiene papeles benéficos fundamentales. Es una de las grandes áreas de la investigación básica y biomédica.
“Buena parte de la reacción del sistema inmune se fabrica en el intestino”
P. Uno de los últimos avances que han descubierto en el CSISP, en cuanto al uso de los microorganismos del cuerpo humano para combatir enfermedades, es un producto anticaries.
R. Se sabe que hay una bacteria que provoca la caries, pero hemos descubierto un microorganismo que protege de esa bacteria. A través de un diseño muy original a cargo de uno de nuestros investigadores, estudiando la microbiota bucal de pacientes que habían desarrollado caries y la de pacientes que nunca la habían tenido, independientemente de un mayor o menor cuidado bucal, se ha conseguido identificar, aislar y en parte cultivar, un microorganismo que siempre aparecía en el segundo grupo y nunca en el primero. Este estudio tiene muchas implicaciones biotecnológicas y ahora estamos en proceso de patentarlo.
P. Se sabe que tenemos microorganismos repartidos por varias zonas del cuerpo. En las aportaciones de la genómica en la salud, ¿por qué es tan importante el estudio de la microbiota en el intestino?
R. El intestino es donde tenemos más bacterias, y buena parte de la reacción de todo el sistema inmune se fabrica allí. Nos hemos especializado en patologías del intestino, como la enfermedad de Crohn y otros tipos de colitis ulcerosa, en las que las bacterias ejercen un papel importante en esas lesiones. Las patologías intestinales son muy complejas, porque el intestino está muy relacionado con el cerebro. Ahora se están estudiando las relaciones que puedan existir entre los microorganismos y su funcionamiento normal en el intestino con determinados estados de ansiedad, estrés o incluso determinadas patologías del cerebro. Se trata de un ámbito muy novedoso en la observación de la simbiosis de los microorganismos con sus hospedadores.
También estudiamos cómo se coloniza el intestino a partir del nacimiento. Antes se pensaba que el bebé iba libre de gérmenes, pero no es así. Queremos saber qué papel desempeña la lactancia en la adecuada instauración de las bacterias que luego intervienen en la digestión. En una época en la que los productos prebióticos y los probióticos están de moda, también habrá que considerar el estudio de la microbiota según la edad, porque los alimentos se asimilan de distinta manera en las distintas etapas de nuestra vida.
P. En los anuncios de algunos productos alimenticios se llega al consumidor con la promesa de favorecer la biota intestinal, y usted ha indicado en alguna ocasión que a veces no cumplen con el efecto prometido. ¿Se trata de publicidad engañosa?
R. Es complicado determinarlo. En el uso de ciertos productos puede ser publicidad engañosa. Pero en algunas especies de bacteria que solemos tomar, como los Lactobacillus, se ha observado efectos positivos en ensayos con determinados modelos animales, incluso en humanos en situaciones controladas. Pero, cómo se produce ese efecto benéfico, no lo sabemos desde el punto de vista bioquímico. En el ámbito clínico muchas veces se funciona de esa manera: se obtienen resultados positivos, pero se desconocen las razones de esos efectos. Un ejemplo claro son los antibióticos, de los que acabamos de publicar un trabajo en la revista Gut. Hemos observado que el tratamiento de antibióticos elimina determinadas proteínas y afecta, entre otros, al metabolismo de hormonas, del colesterol y de las vitaminas. Ahora entendemos más íntimamente por qué sentimos una pérdida de energía cuando tomamos un antibiótico, porque las bacterias dejan de producir moléculas importantes para el funcionamiento general del organismo. El objetivo del antibiótico es destruir una posible bacteria patógena, pero indirectamente elimina en parte la flora microbiana. Aunque luego se recupera pasados 40 días de la toma, se producen cambios que implican un problema serio, la acumulación de factores de resistencia en nuestra microbiota, a través de sistemas de transferencia horizontal con las bacterias patógenas que los llevan. Muchas veces se tiene el efecto positivo general, pero no se sabe en detalle las causas últimas y hay que acudir a la bioquímica, que es muy compleja porque nuestro metabolismo interacciona con el de cientos de especies que tenemos dentro. Ahora estamos en condiciones de poder estudiarlo.
“En el ámbito clínico muchas se obtienen resultados positivos, pero se desconocen las razones de esos efectos”
P. ¿Cuál es el balance de su experiencia como director científico en el CSISP?
R. Es muy interesante. Prácticamente nos hemos autofinanciado. Hemos tenido algunos éxitos profesionales importantes y ahora tratamos de montar una iniciativa para trabajar en tuberculosis con una cierta proyección internacional, porque es una enfermedad reemergente que afecta fundamentalmente a países en vías de desarrollo. Tenemos intención de montar una base de trabajo en Guinea Ecuatorial para estudiar la tuberculosis en relación con pacientes de Sida. El proyecto es esperanzador, pero es lamentable que estemos en una época tan crítica, en la que es tan difícil mantener a personal investigador de calidad, porque no es fácil crear plazas con cierta estabilidad.
P. ¿Cómo valora la creación actual de patentes en la investigación española?
R. No se está haciendo el esfuerzo adecuado. Se habla mucho de emprendedores, pero el apoyo real no es tan grande como en otros países de nuestro entorno. Para ser competitivos es necesaria una base científica y tecnológica muy importante. Las instituciones universitarias y los centros de investigación en el sector público siguen teniendo un papel fundamental, y hay que sustentarlos para que existan estas derivaciones y un sector intermedio de gente joven que se interese en determinadas investigaciones para proyectarlas en el ámbito económico y de innovación. El éxito de la creación de empresas de base tecnológica es muy reducido, pero hay que arriesgarse. El problema es que aquí no hay cultura del riesgo en ciencia. En este sentido, somos un país más conservador de lo que parece. Cuando hemos tratado de reunir al sector privado para invertir en la patente del producto anticaries, que goza de envergadura e interés, no recibimos apoyo. El sector público nos aporta una financiación bastante importante, pero se viene abajo porque Genoma España desaparece, aunque nos dicen ahora que nos la pueden dar de nuevo, pero no está claro. Todo esto nos coge en un proceso de patentes nacionales e internacionales y cuesta mucho dinero. Estamos sufriendo mucho, a pesar de que el trabajo tiene interés.
“La excelencia sólo existe cuando se cuece una masa crítica mínima”
P. ¿Es posible generar conocimiento de excelencia en época de recortes?
R. El problema es hasta dónde se está dispuesto a proyectar ese recorte. Si se cercena de una manera tan drástica como se está haciendo, se imposibilita que investigadores brillantes permanezcan en sus puestos de trabajo, algo que les obliga a irse fuera. Cuando dicen que van a financiar la excelencia, la idea que existe es la de financiar determinados grupos más o menos consolidados para mantenerlos, pero en el fondo se trata de la justificación de un presupuesto, no de una convicción clara por detectar áreas estratégicas de investigación para financiarlas extraordinariamente. No hay otra forma de generar excelencia que no sea con una masa suficientemente amplia y consolidada en investigación con gente con cierto turnover. La excelencia sólo existe cuando se cuece una masa crítica mínima. Me gustaría ver ese tipo de reflexión en los gestores de la clase política.
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