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Historia, Viajes

Un buque hundido tras el telón de hielo

Al norte de la isla de Banks, en el noroeste del archipiélago ártico canadiense, se extiende la remota bahía de Mercy. La isla recibe 24 horas de luz cada día durante dos meses en verano; a mitad de noviembre el sol se oculta bajo el horizonte y los rayos de luz no vuelven a aparecer hasta finales de enero. El invierno transcurre lento, como una noche en vela. O eso debió pensar el capitán Robert McClure y su tripulación tras resistir dos inviernos con su buque encallado en esta prisión de hielo. El HMS Investigator llegó a las aguas de Mercy en el otoño de 1851 mientras buscaba el Erebus y el Terror, los navíos de la desaparecida expedición de John Franklin, enviada por la flota británica cinco años antes con la misión de encontrar el Paso del Noroeste. Probablemente, pensó McClure que era un espejismo, habituales en estas latitudes, el dibujo de un barco que avistó y con el que, a la postre, consiguió llegar a Inglaterra cruzando el continente americano por sus aguas más septentrionales, a través del esquivo Paso del Noroeste.

Desde 1854, última vez en que fue visto, nada se supo del Investigator hasta el verano de 2010 cuando un grupo de arqueólogos canadienses descubrió los restos del buque. El pecio permanecía hundido en posición vertical a 150 metros de la orilla, cerca de donde fue documentado por última vez. La situación remota de la bahía (la isla de Banks sólo cuenta con un asentamiento humano permanente, Sachs Harbour, en el que residen 122 almas, según el censo de 2006) obstaculizó durante algún tiempo las labores de búsqueda. Pero ese año los arqueólogos encontraron un área libre de hielo, a causa del progresivo calentamiento del planeta, lo que les ha permitido rastrear con comodidad las aguas de la bahía.

Un buque hundido tras el telón de hielo. Gráfico: JM Álvarez/Metagràfic

La isla de Banks se ha convertido en los últimos años en un foco para el estudio del cambio climático en la región ártica. En el Polo Norte la temperatura ha aumentado a un ritmo dos veces superior al del resto del mundo, según las predicciones del informe Evaluación del Impacto Climático en el Ártico (ACIA, en sus siglas en inglés), elaborado en 2004 por 250 científicos de todo el mundo; y los efectos se han agudizado hasta tal punto que ya se puede sentir cómo un nuevo hábitat está cristalizando. La reducción de las banquisas de hielo en la bahía de Mercy ha ayudado a localizar el Investigator, pero también ha afectado a los animales del Ártico y al pueblo inuit. Ambos dependen de los témpanos para su subsistencia. Las causas y los efectos del cambio climático se detonan mutuamente como las fichas de un dominó que se desploma.

Las banquisas desaparecen y, con ellas, la superficie blanca necesaria para reflejar parte de la luz y el calor que llega al planeta. Si todo continúa así, los bosques boreales se expandirán hacia el norte e invadirán la tundra ártica, típica de la isla de Banks, que, a su vez, ocupará progresivamente el desierto polar. Los caribús, los bueyes almizcleros (la isla Banks atesora la concentración más alta del planeta de estos herbívoros, con más de 60.000 cabezas), las focas, los zorros y lobos árticos, y demás especies, han modificado sus pautas de comportamiento a medida que sube la temperatura. Algunas desaparecerán, o bien, redefinirán su situación en la naturaleza: en 2006 un cazador abatió a un híbrido de oso pardo y polar cerca de Sachs Harbour. El ejemplar aparece documentado como el primer oso ‘grolar’ encontrado en estado salvaje.

Los inuvialuit, nombre con el que se conoce a los inuit o esquimales de esta zona, dependen de su habilidad en la predicción de los fenómenos meteorológicos para sobrevivir. Sin embargo el tiempo se manifiesta cada vez más impredecible e inestable, lo que supondrá un nuevo reto para demostrar la notable capacidad de adaptación de la cultura esquimal. “De hecho”, dice el prólogo del libro Los indios esquimales, del explorador español Ramón de Lerramendi, “los esquimales son el ejemplo más dramático de adaptación selectiva conocida por nuestra especie. Para vivir en los ambientes esquimales, el europeo ha tenido que esperar muchos siglos y para ello se ha visto a obligado a transportar consigo tecnologías capaces de asumir el medio conforme a climas artificiales. En cambio, el esquimal ha asumido la naturaleza ártica y ha estado viviendo de ésta y con ésta como unidad ecológica o de intercambio vital”.

Los esquimales utilizan todos los recursos a su alcance: huesos y maderas a la deriva para construir trineos, grasa de animales como combustible, bloques de hielo para los iglús, pieles para la ropa y tendones para coserla, etc. Por eso no es de extrañar que al encontrar abandonado el Investigator, tras el rescate del capitán McClure, desmontaran las piezas de cobre que lo recubrían y arrancaran los mástiles. De hecho, los arqueólogos canadienses que descubrieron el pecio trabajaron en dos equipos. Un primer grupo examinó el buque mientras otro documentó los vestigios del naufragio encontrados en tierra firme con el fin de esclarecer el rol que desempeñaron los restos del barco en la cultura indígena de la zona.

El hallazgo del Investigator es un hito por dos razones. En primer lugar, la expedición de McClure consiguió atravesar el Paso del Noroeste, una leyenda que durante siglos impulsó a centenares de exploradores a adentrarse en el archipiélago de hielo y  ensanchar, con sus viajes, el mundo geográfico, según explica Juan Pimentel en Testigos del mundo: ciencia, literatura y viajes en la Ilustración. “Entre los mitos geográficos que envolvieron y estimularon el conocimiento del Nuevo Mundo, pocos tan fascinantes como el Paso del Noroeste. La creencia en la existencia de un estrecho que comunicaba el Océano Pacífico con el Atlántico en la América Septentrional, más allá de los 40º de latitud Norte, posee una historia tan larga como abundante. Desde los días de la Conquista hasta la exploración de las regiones árticas, desde Cortés hasta Amundsen, fueron muchas las versiones de la leyenda y muchos los episodios de una búsqueda sostenida”.

La segunda razón está relacionada con la actual indefinición del Polo Norte. El entonces ministro de Medio Ambiente del Gobierno canadiense, Jim Prentice, se desplazó hasta la bahía al conocer el descubrimiento del Investigator y ratificó la reivindicación del país norteamericano sobre la soberanía de algunos tramos del atajo, en particular, los que atraviesan las islas del archipiélago ártico canadiense. Según los expertos, el deshielo eliminará parte de la cubierta helada en los próximos veranos abriendo una ruta de navegación alternativa al Canal de Panamá y de Suez. El trayecto que une Londres con Osaka recorre 23.300 kilómetros a través de Panamá y 21.200 por Suez. En cambio, una posible apertura del legendario estrecho reduciría la distancia a 15.700 kilómetros. El ahorro para empresas y gobiernos se computaría en millones de euros. Eso sin contar con que el deshielo permitiría abrir yacimientos de petróleo y gas hasta ahora tecnológicamente irrecuperables.

Polarlicht 2

Como consecuencia, todos los países ribereños al Ártico han intensificado, desde principios de siglo, sus movimientos estratégicos en la zona. Canadá, Dinamarca (por Groenlandia), Estados Unidos, Finlandia, Islandia, Noruega, Rusia y Suecia quieren repartirse parte de la tarta helada que se resquebraja y sabe a recursos energéticos, comerciales e incluso turísticos. La batalla por los territorios del Polo empezó en el año 2000, cuando un estudio del instituto geológico de Estados Unidos calculó que el Ártico albergaba el 25% de las reservas desconocidas de petróleo y gas. A partir de ahí, se abre un telón de hielo que descubre un nuevo escenario de tensiones geopolíticas. Cada uno de los países involucrados tiene derechos de explotación sobre sus aguas territoriales. Más allá de las 200 millas náuticas las reclamaciones dependen de cuestiones tan brumosas como la extensión de las plataformas continentales. En 2007, dos batiscafos plantaron la bandera rusa en el lecho del Ártico, a 4.200 metros de profundidad, en lo que consideraron el límite de su plataforma. Poco después, Canadá anunció la construcción de un puerto de reabastecimiento para su Armada en el extremo norte de la isla de Baffin. El resto de países han puesto en marcha estudios geológicos para demostrar que su franja continental llega hasta el mismísimo Polo Norte, y entre tanto en Groenlandia se cuece un movimiento independentista.

Como mito u horizonte aventurero, los papeles interpretados por el Paso del Noroeste han variado a lo largo de los siglos. El filósofo Michel Serres simbolizó con este pasaje el “penoso” camino que conecta las ciencias humanas y las ciencias exactas; ríos de tinta destaparon el poder literario de un trayecto que ahora se retuerce formando un laberinto helado con colosales implicaciones para la política, la economía y el medio ambiente. El nuevo orden mundial empieza a fraguarse en el Ártico a medida que suben las temperaturas y cada país juega sus cartas sin una directriz común, esgrimiendo su soberanía por una razón u otra, carentes de un rumbo global. Es como si el capitán McClure hubiera alzado la brújula buscando el norte en las inmediaciones de un poderoso imán. El resultado ya se conoce: un buque hundido tras el telón de hielo.


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