El día 3 de junio de 2010, el telescopio Hubble detectó un destello procedente de un gigantesco meteoro consumiéndose en la parte superior de la cubierta de nubes de Júpiter. El «visitante» no penetró lo suficiente en la atmósfera del planeta como para explotar y delatarse con una nube de deshechos, como sucedía en anteriores colisiones.
Astrónomos de todo el mundo supieron que algo había golpeado el gigantesco planeta para desencadenar un destello lo suficientemente brillante para ser visto a 650 millones de kilometros, pero nadie sabe cuan profundamente penetró en la atmósfera.
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