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Ciencia, Tecnología

La singularidad tecnológica

La singularidad tecnológica

Abróchense los cinturones, que vienen curvas: el mundo va a dar un cambio espectacular, y los humanos como los entendemos hoy en día vamos a quedar obsoletos.


Singularidad: Distinción o separación de lo común.


Singularidad tecnológica: Punto a partir del que una civilización tecnológica sufre tal aceleración del progreso que provoca la incapacidad de predecir sus consecuencias.


El mundo que conocemos está a punto de cambiar hasta quedar irreconocible. No se trata sólo de la revolución que traerá una tecnología nueva, sino de algo mucho más grande: la concentración de revoluciones a un ritmo tan rápido que literalmente los humanos no seamos capaces de asimilar: la singularidad tecnológica.

Esa es la opinión que comparten muchos de los que hoy trabajan en la frontera de la tecnología, y ésta la historia de su llegada.

Las revoluciones tecnológicas
Es difícil imaginar un tiempo en el que no teníamos móviles para comunicarnos con cualquiera en cualquier momento, o un tiempo en el que no podíamos conectarnos a internet para buscar información. Sin embargo es muy reciente.

Las revoluciones tecnológicas solían llegar más espaciadas. Desde que en los años 1830 se inventó la telegrafía gracias a la electricidad, trayendo una revolución social y económica, tuvieron que pasar unos 70 años hasta que el teléfono y la radio volvieron a sacudirlo todo. Luego unos 40 hasta que llegó la televisión. Ordenadores, redes, internet, móviles… cada paso significativo ha llegado con menos tiempo de diferencia.

Del gigante disco de 8 pulgadas a la pequeña memoria microSD han pasado 30 años, y en la última caben cerca de un millón de veces más que en el primero.

¿Has oído hablar de la Ley de Moore? El número de transistores en un chip se duplica en unos dos años (y con ello su potencia), como observó en los 60 Gordon Moore, cofundador de Intel. Pero éste es sólo un ejemplo de fenómenos similares. A pesar de que los avances parecen llegar al azar, el comportamiento general parece tan predecible que algunos como Ray Kurzweil le dan carácter de ley, la ley de retornos acelerados. Si sigue así, llegará un momento en el que tengamos revoluciones a un ritmo tan frenético como de un día a otro. Un día en el que ya nunca podamos “estar al día” y la vida de los humanos, tal y como la conocemos, no podrá continuar.

Los cambios de paradigma ocurridos en sucesos históricos clave, sacados de 15 listas distintas recopiladas por Kurzweil, muestran una tendencia exponencial.

Desde que el matemático John von Neumann se lo planteara seriamente en los años 50, mucha gente ha pensado sobre ello, y se refieren a ese hipotético momento con el nombre de singularidad tecnológica. No todo el mundo cree que algo así pasará, que seguirán estas tendencias. Pero los expertos que sí lo esperan estiman que ese momento llegará cerca de 2050, apenas unos 30 años en el futuro.

La explosión de inteligencia
Uno de los avances más profundos tiene que ver con cómo diseñamos máquinas cada vez más inteligentes. Máquinas que cada vez merecen más el calificativo de “pensantes”. La inteligencia artificial (IA) se utiliza hoy en día para multitud de tareas complejas, desde búsquedas en internet hasta para conducir coches autónomos. A pesar de eso, aún se encuentra muy alejada de lo que consideramos un comportamiento inteligente para un humano, una capacidad general de resolución de problemas. Pero esto no tiene por qué ser siempre así. Lo que se conoce como inteligencia general es una meta que, aunque lejana, puede que se alcance sorprendentemente rápido gracias a la aceleración de las revoluciones tecnológicas.

Cuando hace un año el programa AlphaGo derrotó al campeón mundial Lee Sedol en el complejo juego del Go, muchos reconocieron el salto cualitativo que ha dado la inteligencia artificial gracias a técnicas como el deep learning.

Una vez lleguemos a crear una IA general, ésta será capaz de, entre otras cosas, diseñar IAs aún mejores. Y éstas a su vez, otras mejores. Un ciclo de aumento explosivo de la inteligencia que rápidamente dejaría la nuestra a la altura del betún: la llegada de una “superinteligencia artificial”.

Esto es para muchos autores, incluyendo Ray Kurzweil y Vernor Vinge, lo que caracterizaría a la singularidad. Es el momento en el que nos acostamos siendo la especie dominante del planeta y al despertarnos descubrimos que nos hemos quedado obsoletos. Es el final de la era humana.

¿Suena peligroso? Si lo crees así no estás solo. Personalidades como el físico Stephen Hawking y el emprendedor Elon Musk llevan tiempo advirtiendo de que el avance incontrolado de la IA es un problema grave para el futuro de la humanidad. El último lo compara incluso con “invocar al demonio”. Y confirmando que la cosa no va de broma, hace apenas unas semanas el presidente ruso Vladimir Putin escribía que quien se convierta en líder en este área controlará el mundo.

Más allá de los humanos
¿Qué será de nosotros cuando llegue (si llega) la singularidad? Puede que las IAs nos sustituyan como especie dominante. Pero también que integremos esas IAs en nosotros mismos, convirtiéndonos en seres que van más allá de lo que somos hoy en día.

Podríamos ir integrando más tecnología en nuestros cuerpos. Ya lo hacemos a pequeña escala con prótesis y marcapasos, y podríamos llegar a integrar electrónica que en la práctica controlaríamos “con el pensamiento”. También gracias a la ingeniería genética somos más capaces de manipular a voluntad el ADN, con lo que cada vez más tenemos abierta la vía de mejorarnos a nivel molecular. Finalmente, podemos usar los avances en nanotecnología para integrar minúsculos robots que mejoren las funciones de nuestro organismo.

Esta forma en la que la humanidad podría convertirse en algo más, modificando enormemente los seres biológicos que somos gracias a la tecnología, es lo que se conoce como transhumanismo.

Pasada la singularidad, puede que no haya distinción entre humano y máquina. Se entrelazan temas apasionantes. Más allá de la tecnología, la psicología o la filosofía no quedarían intactas. ¿Qué nos hace humanos? ¿Quiénes somos realmente? Nuestras respuestas probablemente se parecerán poco a las que tenemos actualmente.

El futuro singular
Hacer predicciones es muy difícil (“especialmente cuando se trata del futuro”, que decía el genial físico Niels Bohr). No está claro lo que pasará con las revoluciones tecnológicas, y es bueno tomarse las predicciones con cierto escepticismo, vengan de quien vengan. Pero parece probable que el futuro cercano nos tenga reservadas sorpresas que harán palidecer los grandes eventos de la historia de la humanidad.

Si sobrevivimos a las grandes catástrofes que amenazan a nuestra especie, como la posibilidad de una guerra nuclear o una devastación del planeta debida al cambio climático, es de esperar un futuro muy, muy especial. Un punto en la evolución como jamás se ha dado en nuestro planeta. Un tiempo que muchos de los que estamos vivos hoy llegaremos a ver, tal vez aterrador, tal vez esperanzador, pero sin duda excitante: la singularidad tecnológica.


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